Nemi, Italia. 2 de septiembre de 2021. El asombro que experimentan los apóstoles en el Evangelio de este día se asemeja al que hoy se constata en nuestra asamblea capitular. Después de diecisiete días de trabajo intenso, puede resultar algo tedioso continuar en este arduo camino de transformación, y por ello exclamamos con los discípulos: «¡Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada!». No obstante, al igual que los apóstoles, ponemos la confianza en las palabras de Jesús y continuamos echando las redes. Con esta certidumbre, la asamblea capitular se embarca en la tercera y última fase del Capítulo General. Sin lugar a duda, ¡el Evangelio que nos convoca tiene más fuerza que la experiencia extenuante del trajín de los días!
Con la alegría compartida por el cumpleaños de nuestro hermano José Enrique Aponte, de la provincia de Colombia-Ecuador, hemos iniciado la sesión de la mañana contemplando una presentación con los rostros de los capitulares. La dinámica, dirigida por el P. General y motivada por las palabras del salmo 138, nacía del deseo de afianzar nuestros lazos de fraternidad y crecer en la empatía que surge cuando se incrementa el conocimiento mutuo. Tras evaluar el desarrollo de la fase de elecciones, que concluimos ayer, hemos continuado profundizando en dos de los temas trabajados en el precapítulo: la misión intercultural y el período de vacaciones.
Por la tarde, la Comisión de «recogida de frutos» (antigua comisión de redacción) nos ha presentado un bosquejo bien trabado de la labor hecha por el Capítulo hasta este momento. Tras una rápida lectura del texto, el aula capitular se ha convertido en un espacio de debate donde, más allá de las primeras impresiones, han abundado los comentarios, las propuestas de cambio ambiciosas y los simples retoques; por no faltar, ni siquiera ha faltado la enmienda a la totalidad. Es evidente que aún queda mucho que compartir y no poco que discernir. La última hora de trabajo ha corrido a cargo de Rosendo Urrabazo y Pedro Belderrain. Ambos han presentado con detalle el contenido fundamental de losprotocolos eclesiales y congregacionales para la «Protección de menores y adultos vulnerables», aclarando después las dudas sobre el particular.
En el Capítulo se comparte una visión y se respira un ambiente de discernimiento. Por encima de la diversidad de opiniones y de visiones contrastantes, presentes entre el aula, predomina el deseo de centrarnos en nuestro objetivo común, que es la misión. Para nosotros, oyentes de la Palabra y servidores del Pueblo de Dios, la experiencia de la fuerza transformadora de la persona de Jesucristo es el eje alrededor del cual las diferencias se asumen y superan. ¡Y así la Palabra de Dios nos sigue impulsando a ser arraigados y audaces!
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