XXVI Capítulo General. Por las sendas de Emaús (17 de agosto de 2021)

Ago 18, 2021 | Capítulos Generales, La Congregación, Tablero, XXVI Capítulo General

Nemi, Italia. 17 de agosto de 2021. La Palabra rasgó el silencio, ordenó el caos, habitó el mundo. Se hizo carne de nuestra carne. Se partió y se repartió como pan cotidiano. Y su Reino se ha ido extendiendo por los siglos. También entre nosotros. Así lo hemos podido recordar y revivir a lo largo de este segundo día de retiro como comunidad capitular.

En un clima de silencio que se ha prolongado durante toda la jornada, la Palabra ha ido resonando en nosotros y entre nosotros. Como cuentas del rosario que van pasando entre los dedos y apaciguando el corazón, cinco textos de la Escritura muy significativos para san Antonio María Claret nos han acercado la voz y el mensaje del Señor: “Tú, Israel, mi siervo; Jacob, a quien he elegido” (Is 41,8-10), “Te he hecho centinela para el pueblo” (Ex 33,1-9), “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados” (Mt 11,28-30), “De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma” (Mt 16,24-27), “El Espíritu de Dios está sobre mí porque me ha ungido” (Lc 4,16-19). Hemos dado tiempo a la Palabra y la Palabra, que es Cristo vivo, nos ha concedido vislumbrar en algo la eternidad a la que estamos llamados. En lo secreto del corazón de cada uno y en lo expresado conjuntamente como comunidad orante, el Señor Jesús se ha hecho presente. Y, como aquellos dos discípulos camino de Emaús, nos hemos sorprendido conversando por el camino con el Amigo. La Lectio divina compartida en pequeños grupos al final de la mañana se asemejaba asombrosamente a aquella senda pascual…

La senda nos condujo al hogar; la palabra al banquete. Y lo reconocimos ya sin velos al partir el pan. En torno al misterio de la eucaristía nuestro fundador encontró la madurez de su experiencia de fe: nosotros, sentados a su misma mesa, buscamos y gustamos la raíz eucarística de nuestra espiritualidad. Y queremos seguir descubriendo la luz misionera que se proyecta desde ella sobre el mundo. Así lo han expresado con viveza en la misa vespertina tres de nuestros hermanos que custodian con especial esmero las fuentes de nuestro carisma en la Iglesia: P. Gonzalo Fernández, actual Prefecto de Espiritualidad de la congregación, que ha presidido la eucaristía invitándonos a recrear el icono de Emaús en nuestras comunidades como la vía mejor para afrontar los retos de nuestro tiempo; P. Carlos Sánchez Miranda, director del Centro de Espiritualidad Claretiana de Vic, en el que no se busca rescatar el pasado para anclarse en él, sino redescubrir la herencia recibida como acicate para nuestro propio ser misionero, y P. Paulson Veliyannoor, encargado del Centro Fragua de Los Negrales (Madrid), en el que se ofrece desde hace décadas una experiencia de renovación integral para los claretianos de todo el mundo con más de veinticinco años de profesión perpetua.

Al caer el día se percibe un aire sereno entre nosotros. Sabemos que, aunque tratamos cada día de echar a andar como ellos, nos queda un largo trecho para acompasar nuestros pasos con los de los peregrinos de Emaús, quienes, mostrándose en un principio desencantados del seguimiento de Jesús, terminaron por recobrar su amistad. Nuestra llamada, como recordaba san Agustín a los suyos en la festividad del primer mártir de la fe, consiste en pasar continuamente de siervos a amigos: “Esteban, de siervo, pasó a ser amigo. Nosotros somos, sin duda alguna, siervos; concédanos él ser también amigos” (S. Agustín, Sermón 316). Un deseo que es, en realidad, promesa, porque el Señor se ha adelantado con su entrega a la nuestra, quedándose con nosotros en todos los afanes de la vida. Así, los misioneros claretianos podemos convertirnos también hoy en amigos que se quedan con el Amigo, con Aquel que, una vez sentado a la mesa, ya permanece en ella para siempre.

 

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