Pe. FELIPE BRAVO CMF, Missionário em uma incrível periferia do sofrimento humano
Contamos con cientos de hermanos que fueron perseguidos y martirizados en España en 1936. El 13 de agosto fijamos nuestra mirada en los mártires de Barbastro cuya resistencia heroica ante la persecución y el juicio durante la guerra civil española nos dio testigos de la alegría del Evangelio. La serenidad y la alegría distinguieron a nuestros hermanos cuando cantaban a Cristo en su camino hacia el martirio, hace ochenta años. El próximo año celebraremos el XXV aniversario de su beatificación. Al celebrar la memoria de nuestros mártires, debemos reflexionar sobre la alegría claretiana y la serenidad en medio de las pruebas y tribulaciones. Nuestro Fundador reflejó a lo largo de su vida esta alegría y serenidad en medio de muchas formas de sufrimiento que constituyeron el “martirio blanco” de su vida en Cristo.
Mientras hoy recordamos a los mártires, pienso en una forma diferente de vivir nuestra vocación misionera como con la que me encontré el pasado martes, 10 de agosto de 2016. Creo que dicha experiencia puede ayudarnos a reflexionar profundamente sobre el misterio del martirio cristiano, el cual confirma nuestra fe.
Después del Capítulo de la Provincia de Santiago en España, el provincial coordinó una visita inesperada a uno de nuestros hermanos sacerdotes que vive en una de las inimaginables periferias del sufrimiento humano. No podía imaginar que el Señor nos invitase a estar presentes en esos márgenes existenciales de la vida humana.
Dicha visita era para conocer al P. Felipe Bravo Llorente, quien pertenece a la familia de Rev. P. Felipe Marotto, nuestro Superior General desde 1934 hasta 1937. El P. Felipe Bravo fue ordenado en 1989 junto a Luis Ángel de las Heras (recién ordenado obispo de Mondoñedo-Ferrol) y Javier Goñi (Director de PROCLADE, Madrid). En la foto se puede ver a los dos compañeros celebrando la primera misa de Felipe (Luis Ángel por la izquierda y Javier por la derecha). Felipe, era un misionero muy talentoso y comprometido, fue asignado a la misión de Puertollano, cerca de Ciudad Real (un lugar de muchos mártires) después de su ordenación el 16 de diciembre de 1989. Los claretianos habían dejado la hermosa iglesia en la ciudad de Ciudad Real al optar por Puertollano, una misión en la periferia, donde se acompañaba a los trabajadores pobres de una zona minera.
La mañana del 21 de diciembre de 1991, Felipe viajaba hacia Aranda de Duero, cerca de Burgos, para participar en la ordenación del P. Antonio Bellella (ahora profesor de historia). Apenas había partido de su casa cuando sufrió un accidente en una carretera, colisionando levemente contra otro automóvil, pero con el suficiente impacto para provocarle un severo daño en la parte frontal del cerebro. Inmediatamente perdió el conocimiento. Luego, los médicos notificaron de que su vida estaba fuera de peligro, pero con la mala noticia que podía permanecer en “estado de coma” durante años. Y así sucedió.
Felipe fue trasladado a un centro especializado donde se le dio muy buena atención. Su madre lo visitaba regularmente para asistirlo. Luego fue trasladado al hogar de cuidados “Real Deleite”, en Aranjuez. Durante un tiempo, después de realizar sus actividades pastorales en la residencia de ancianos, el capellán claretiano lo cuidaba diligentemente. Felipe sigue viviendo en dicho hogar. Su madre falleció hace ocho años. En ocasiones algunos voluntarios lo pasean en una silla de ruedas o lo llevan a la capilla, colocándole una estola durante la misa, aun cuando no es capaz de responder de manera significativa a ningún gesto. Tanto El P. Felipe como sus hermanos de carisma, su familia y la provincia entera han sabido sobrellevar la prueba y continuar con un estilo de vida muy claretiano.
Pronto se cumplirán 25 años desde que Felipe ha estado en una especie de “coma”. A veces pareciera que intentase responder a la presencia de las demás personas a través del brillo de sus ojos y de una especie de rictus. Cuando visité a Felipe con mis hermanos claretianos, P. Javier Goñi y P. Edgardo Guzmán, los ojos de Felipe nos miraban como un niño y mostraba expresiones de placer mientras Goñi le recordaba los viejos tiempos. No sabemos si él percibe lo que sucede a su alrededor o si simplemente son reflejos. Cuando nos despedimos se veía triste y silencioso, muy diferente de la forma en la que respondía a nuestra presencia. Ciertamente, él no se entera de los cambios que han ocurrido en el mundo desde 1991. Su espíritu es incapaz de expresarse debido a las limitaciones de las neuronas responsables de la interacción consciente. No obstante, me sentí muy cercano a mi hermano que vive en una periferia del sufrimiento humano. Nuestros ojos hablaban el lenguaje que nuestros corazones deseaban comunicar. El edificio en la foto es “Real Deleite”, donde Felipe es cuidado junto a otros 200 residentes.
Este encuentro despertó en mí un sentimiento de profundo significado de la vida y un sentido aún más profundo de la comunión que tenemos unos con otros. Las luchas de los seres humanos por lograr conquistas individuales y construirse un nicho para sí mismos son como un juego de niños donde se compite por inflar globos lo más que se pueda; aunque solo sea para vanagloriarse de sí mismos. Sin embargo, el juego se acaba al hacer estallar el globo. Nuestras guerras del “ego” en las comunidades y en la sociedad no tienen ningún sentido. Morar con el Señor en el amor, en la salud y la enfermedad, en la vida y la muerte, esta es la verdadera vida. Pude ver en Felipe un misionero silencioso, viviendo en una periferia que sólo la sabiduría divina sabe por qué fue elegido para estar allí, en lugar de estar en la vanguardia de la pastoral juvenil o de otras misiones más emocionantes. El poema “En su ceguera”, de un reconocido poeta inglés, me hizo recordar que “también sirven quiénes solamente soportan y esperan”.
Nuestros mártires nos desafían a vivir la dimensión de nuestras pruebas y sufrimientos en el espíritu claretiano. El padre Felipe y la provincia de Santiago, al ayudarle a vivir este misterio, dan testimonio del misterio Pascual vivido en comunidad. Asimismo, los mártires nos señalan los tesoros del amor y de la vida ocultos en el sufrimiento. Como claretianos, ¿cómo vivimos nuestras pruebas y tribulaciones?
Mathew Vattamattam CMF