La llegada de la Cuaresma, en el contexto de nuestro camino hacia la santidad, ofrece una oportunidad única para reflexionar sobre el significado y la importancia de este período de preparación espiritual en la vida cristiana y misionera. La Cuaresma es un tiempo de penitencia, conversión y crecimiento espiritual, durante el cual los fieles están llamados a realizar un camino interior de purificación y acercamiento a Dios.
¿Cómo podemos vivir la Cuaresma más profunda y auténticamente a la luz de nuestra búsqueda de la santidad en el espíritu de nuestro Fundador, San Antonio María Claret?
La Cuaresma es un período de cuarenta días de preparación espiritual para la Pascua, durante el cual los cristianos se dedican a la oración, el ayuno y la limosna. Este tiempo refleja los cuarenta días que Jesús pasó en el desierto, tentado por Satanás, antes de comenzar su ministerio público. Es un tiempo de purificación y renovación de nuestra relación con Dios y con el prójimo.
En el contexto de nuestra búsqueda de la santidad, la Cuaresma adquiere un significado especial. Es un tiempo para hacer balance de nuestra vida espiritual, identificar las áreas en las que necesitamos crecer y comprometernos a dar los pasos necesarios para acercarnos a Dios y a su plan de amor para nosotros. Durante la Cuaresma, nos dedicamos a prácticas espirituales como la oración más intensa, el ayuno y la limosna, que nos ayudan a romper las cadenas del pecado y a crecer en santidad. También nos centramos en escuchar la Palabra de Dios y reflexionar sobre su voluntad para nuestras vidas.
Santa María Claret escribió que «la santidad del alma consiste simplemente en esforzarse por dos cosas, a saber, el esfuerzo por conocer la voluntad de Dios y el esfuerzo por cumplirla una vez conocida».
La santidad de alma, al parecer, es un ideal esquivo, reservado a unos pocos elegidos. Sin embargo, si miramos más de cerca, descubrimos que es más bien el resultado de nuestros esfuerzos cotidianos, dos acciones sencillas pero esenciales: esforzarse por conocer la voluntad de Dios y esforzarse por cumplirla.
Así pues, el primer paso en el camino hacia la santidad es el deseo de conocer la voluntad de Dios. No se trata sólo de una comprensión intelectual, sino de una relación profunda con Dios que lleva a leer sus planes para nuestra vida. La oración, el estudio de la Sagrada Escritura, la reflexión sobre la enseñanza de la Iglesia: todo esto nos ayuda a acercarnos a lo que Dios ha preparado para nosotros.
Conocer la voluntad de Dios requiere paciencia y apertura a su revelación en nuestras vidas. A veces esto puede significar buscar orientación en las situaciones de la vida, otras veces puede significar escuchar en silencio, esperando una inspiración clara. Pero siempre es un proceso que nos conduce hacia una relación cada vez más profunda con Dios.
Sin embargo, conocer la voluntad de Dios es solo la mitad del camino. La otra mitad es el esfuerzo por realizarla. Esta es a menudo una tarea más difícil porque requiere coherencia, disciplina y coraje. Hacer la voluntad de Dios significa tomar decisiones difíciles, ser guiados por principios morales y vivir el Evangelio.
Hacer la voluntad de Dios también significa tomar decisiones diarias – elecciones de amor, elecciones de servicio, elecciones que conducen al crecimiento espiritual. Son actos de humildad y devoción que forman nuestra alma y nos llevan hacia la santidad.
La santidad del alma no está reservada a las élites. Es un camino que cada uno de nosotros puede seguir si se esfuerza por conocer y cumplir la voluntad de Dios.
El Papa Pablo VI, con ocasión del Capítulo General de 1973 sobre la definición del misionero, dijo: «Veis aquí, diseñado para vosotros, todo un programa sobre cómo alcanzar la santidad, basado en la valiente decisión de negarse a sí mismo, fruto de una vida fecunda sacada del Evangelio. Os indica claramente -con expresiones que aluden claramente a la obra de San Pablo- el bien hacia el que debe tender vuestra vida personal y comunitaria, que es seguir e imitar a Cristo mediante formas individuales de caridad siempre activa» (Documentos Capitulares CMF [Barcelona 1973], pp. 12-13.
También significa ser solidarios con los más necesitados, reconociendo que nuestra penitencia y ayuno deben ir acompañados de un compromiso por la justicia social y el bienestar de los demás. La Cuaresma es un tiempo precioso en la vida espiritual de los cristianos, un tiempo que nos ayuda a prepararnos para la celebración de la Pascua y a crecer en santidad. En el contexto de nuestra búsqueda de la santidad, es un tiempo para reflexionar sobre nuestra relación con Dios y comprometernos a vivir más fielmente el Evangelio de Jesucristo.
Que la Cuaresma de este año sea para nosotros un tiempo de verdadera conversión y renovación espiritual, y nos acerque cada vez más a la santidad a la que estamos llamados como hijos de Dios.
P. Krzysztof Gierat, CMF
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