Cuando este 2024 seguimos conmemorando los 120 años de la pascua del Venerable P. Mariano Avellana, considerado el mayor evangelizador en más de 150 de historia de los misioneros claretianos en el confín de América, es oportunidad especialmente propicia para proyectar su figura al presente. De esta forma podremos imaginar con qué mensajes y acciones recorrería hoy miles de kilómetros, en comparación con los que llevó antaño por tierra chilena, en las más de 700 misiones, ejercicios espirituales y profundas reflexiones que, con abnegación y sufrimientos “heroicos”, predicó por más de 30 años; sobre todo a los enfermos, los encarcelados y los más postergados por la sociedad.
Mariano, incansable en sus ansias de cristianizar al país desconocido donde se sintió enviado para hacerse en ello “o santo, o muerto”, alzó su vozarrón y buscó transformar de acuerdo al Evangelio y según la realidad de su tiempo, la impiedad religiosa, situaciones de pecado, injusticias y abusos enormes contra los más débiles con que allí se encontró. Y no cejó en ello hasta caer mortalmente rendido en la última de sus misiones.
Misionar en el mundo actual
Las realidades de hoy son, por cierto, muy diferentes a las de entonces. Un mundo globalizado ha optado en gran parte por un modelo de desarrollo destructor del medio ambiente, a un nivel que está conduciendo a la especie humana al borde de la extinción. En medio de él, situaciones de miseria, abusos o persecución han desatado migraciones masivas de seres desesperados que, persiguiendo el espejismo de la abundancia, perecen por miles en el océano o son impedidos de entrar en los modernos Jaujas padeciendo otros tantos sufrimientos, abusos y muertes. ¿Podemos suponer que Mariano Avellana guardaría silencio al respecto en sus extenuantes correrías misioneras?
Decenas de guerras endémicas que a nadie importan, y otras nuevas que sí logran noticia por la magnitud de sus horrores y posibles escaladas, que podrían llevar a un conflicto mundial de consecuencias inimaginables para la humanidad entera, ¿no entrarían en las exigencias de concientización y acciones coherentes que Mariano pretendería como obligaciones primordiales de los cristianos de hoy?
Los innumerables abusos, injusticias y vejaciones de los más débiles que imperan en la economía, el trabajo y otros ámbitos de las relaciones personales y sociales de hoy, así como las violaciones de derechos esenciales, ya sea a la vida, la integridad, la salud, alimentación, salarios justos, vivienda, educación, protección de la niñez, de la mujer abusada y asesinada, de los ancianos descartados, y tantas otras realidades, ¿no serían temas acuciantes para la palabra y acción del discípulo insigne de Claret que fue Mariano Avellana?
No podemos pensar que permanecería impasible y no exigiría a los cristianos “hacer líos”, como lo impele el papa Francisco. Menos aun guardaría silencio frente a los más de 36.000 muertos, en su mayoría mujeres, niños y ancianos inocentes, sobre 78.000 heridos, 1.500.000 desplazados a punta de cañonazos, y más del 70% de destrucción de toda la infraestructura de la Franja de Gaza, parte sustancial de la tierra donde puso su tienda y deseó innumerables veces la paz el Hijo de Dios.
Ni haría lo mismo frente a la guerra entre Rusia y Ucrania, que data de al menos 10 años y en los dos últimos ha provocado más de 80.000 muertos.
Ejemplo que cuestiona y exige
Cómo orientaría a sus misionados frente a estas y otras lacras de nuestro mundo actual, sólo podemos suponerlo. Pero conociendo la forma en que se planteó de palabra y obra frente al suyo, es dable inferir qué talante de misionero sería hoy el de Mariano Avellana.
A 120 años de su muerte, bien vale no sólo reflexionarlo, sino sobre todo extraer el ejemplo que su figura ofrece a la familia claretiana toda, religiosos y laicos, hombres y mujeres, para quienes su paso por la tierra no es un mero modelo por contemplar, sino un paradigma exigente de vida y acción misionera según el carisma cabal de Antonio María Claret. Este fue la fuente en que se inspiró Mariano para ser el misionero insigne que anhelamos ver en los altares; como testimonio de lo que significa ser el misionero “que arde en caridad, abrasa por donde pasa y procura por todos los medios la gloria de Dios y la salvación de los seres humanos”.
Alfredo Barahona Zuleta
Vicepostulador, Causa del Ven. P. Mariano Avellana, cmf