Los Misioneros Claretianos de la Provincia de Filipinas, al celebrar sus 75 años de presencia claretiana en Filipinas, han comenzado a preparar la documentación para el inicio del proceso de beatificación por martirio del Padre Rhoel Gallardo. Se trata de un sacerdote claretiano secuestrado por el grupo extremista musulmán Abu Sayyaf y asesinado el 3 de mayo de 2000 en la isla de Basilan.
El 3 de mayo de 2021, Mons. Leo Dalmao, CMF, prelado de la Prelatura Territorial de Isabela, celebró la Eucaristía por el vigésimo primer aniversario de la muerte del Padre Rhoel y el inicio de estos preparativos. La celebración tuvo lugar en la iglesia de la Parroquia de San Vicente Ferrer en Tumahubong, el pueblo donde el sacerdote ejerció su ministerio, rezando por la paz.
Para los Claretianos, Tumahubong equivale a P. Gallardo y a muchos otros que también derramaron su sangre por su fe y sus principios. Es la tierra prometida, el campo de pruebas de los corazones arduos para la misión, el amor de los que ven a Jesús en medio de los conflictos religiosos y políticos.
El 3 de mayo de 2000, el P. Gallardo murió en un fuego cruzado entre el grupo Abu Sayyaf que lo tenía como rehén y las fuerzas de seguridad que intentaban rescatar a los secuestrados. El sacerdote, el director de la escuela, cuatro profesores y los alumnos del Colegio Claret de Tumahubong fueron mantenidos en cautividad desde el 20 de marzo. Lo encontraron con tres heridas de bala a corta distancia en la cabeza, el hombro y la espalda, y le habían arrancado las uñas del dedo índice y del pie. Los bandidos también mataron a tres profesores y cinco niños.
Basilan es un conocido bastión de Abu Sayyaf, conocido por sus secuestros para pedir rescate y otras atrocidades.La crisis de los rehenes, que duró mes y medio, fue también un día de heroísmo para el misionero de 34 años.
Los testigos dicen que siempre buscaba a las maestras cuando se separaban de otros cautivos. Su preocupación irritó a los bandidos, que le propinaron puñetazos y patadas hasta dejarle muy magullado. Los que sobrevivieron también recordaron cómo Gallardo les pedía que no perdieran la esperanza y rezaran el rosario. Lo hacían con discreción, ya que sus secuestradores les prohibían rezar, obligándoles incluso a renegar del cristianismo.
El padre Rhoel Gallardo nació en la ciudad de Olongapo, al norte de Manila, el 29 de noviembre de 1965. Gallardo tuvo un primer contacto con la vida misionera durante su noviciado en la ciudad de Bunguiao, en Zamboanga. Hizo su primera profesión religiosa en 1989 en Isabela y completó su año pastoral en la ciudad de Maluso, también en Basilan. En su solicitud de profesión perpetua, escribió: «Mi inmersión pastoral en Basilan el año pasado me hizo experimentar concretamente nuestra vida y misión testimonial y evangelizadora entre los pobres (así como) la presencia de nuestra Comunidad en el diálogo de vida y fe con nuestros hermanos y hermanas musulmanes». «Estas experiencias, en su conjunto, se han convertido en un verdadero reto para mí para ser un misionero comprometido y un testigo activo del amor liberador de Dios por la humanidad… consciente de que nuestra vida y misión exigen una entrega total para mayor gloria de Dios y la salvación de la humanidad», añadió.
El P. Gallardo hizo su profesión perpetua en 1993 y fue ordenado sacerdote en la Parroquia del Inmaculado Corazón de María de Quezon City en 1994. Unos años después de su ordenación, se ofreció como voluntario para ir a Tumahubong, un pueblo de la ciudad de Sumisip, en la provincia de Basilan, donde ejerció como director del Colegio Claret y párroco de la parroquia de San Vicente Ferrer.
El padre Gallardo fue el primer sacerdote secuestrado en Basilán que fue asesinado. Otros sacerdotes y monjas habían sido secuestrados, incluso golpeados, pero al final todos fueron liberados. La gente ya lo considera un mártir, un héroe. Los otros rehenes dijeron que no quiso entregar la cruz y el rosario, como querían los islamistas. Por eso lo torturaron arrancándole las uñas. Sufrió mucho; sin embargo, como director de la escuela, incluso en el cautiverio, se preocupaba ante todo por los profesores y los niños que le habían sido confiados. Ofreció su vida por la gente que le rodeaba.
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