Abr 7, 2025 | De los mártires, Mariano Avellana
La familia claretiana internacional culminó el 31 de diciembre de 2024 la conmemoración de los 120 años desde que su misionero insigne Mariano Avellana Lasierra –reconocido como el mayor evangelizador de Chile entre 1873 y 1904 – rindió en un campamento minero del norte del país la vida que había jurado entregar sobre todo a los enfermos, los presos y los más abandonados.
¿Cómo no reconocer en ello la mayor prueba de amor que, según Cristo Jesús, consiste en dar la vida por alguien a quien se ama?
Desde largos años se ha consagrado al 14 de febrero como Día del Amor, y en forma primordial, de los Enamorados. Siglos atrás se atribuía a Valentín, un médico y piadoso sacerdote romano, haberlos protegido y casado contra una prohibición del emperador Claudio II, para quien el matrimonio era incompatible con la carrera militar. Por tal desobediencia, san Valentín habría sido martirizado un 14 de febrero, hacia el año 270. Independiente de tales creencias, la fecha terminó dedicada por antonomasia a celebrar y vivir el amor de pareja.
Pero, aparte de que el comercio y el lucro han trastocado la significación auténtica de tan sublime celebración, el más prostituido y degenerado ha venido a ser el amor mismo. En vez de entenderlo como la propia entrega hasta dar la vida por el ser amado, se le ha convertido en derecho de posesión, de dominio, y hasta de aniquilamiento y asesinato de quien, habiendo sido la persona supuestamente amada, se transformó en profundamente odiada.
No es mera coincidencia que este día 14, dedicado mes a mes por la familia claretiana a recordar el testimonio heroico de amor de Mariano Avellana, coincida este febrero con el Día del Amor. Puede ser más bien una oportunidad singular para mostrar a creyentes o no su testimonio cabal del amor verdadero; del que una bella canción sostiene que “amar es entregarse, olvidándose de sí, buscando lo que al otro pueda hacerle feliz. Qué lindo es vivir para amar; qué grande es tener para dar; dar alegría y felicidad, darse uno mismo, ¡eso es amar!”
Que Mariano Avellana amó hasta entregar heroicamente la vida, lo reconoció el papa Juan Pablo II al declararlo Venerable en 1987. Lo había testimoniado la forma incansable en que por 30 años evangelizó a Chile entre grandes sufrimientos y dolores, dedicado sobre todo a los enfermos, los presos y los más abandonados. Y lo hizo hasta caer rendido de muerte en la última de sus centenares de misiones.
No había olvidado el mandato de Cristo en la víspera de su muerte: “Ámense unos a otros como yo los he amado”. Ni las expresiones tajantes de Juan, su discípulo amado: “El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es Amor. El que dice amar a Dios y odia a su hermano, es un mentiroso. ¿Cómo puede amar a Dios, a quien no ve, el que no ama a su hermano, a quien ve?”
Y así como Cristo amó a sus amigos hasta entregar por ellos la vida, Mariano se propuso entregar la suya en el confín de un continente desconocido al que fuera enviado a misionar. Y lo cumplió.
Alfredo Barahona Zuleta
Oct 22, 2024 | De los mártires, Mariano Avellana
Avanza el año hasta octubre de este emblemático 2024, en que venimos conmemorando los 120 años de la pascua del Venerable P. Mariano Avellana y los 175 de la Congregación Claretiana. Y en este mes tan netamente claretianos no podemos dejar de valorar el carisma que el santo Fundador imprimió a fuego en el alma de Mariano y lo llevó a su entrega misionera hasta rendir en ella la vida. Sin este motor vital habría sido imposible que su hijo esclarecido evangelizara sin descanso en el confín americano que recién venía conociendo; y que lo hiciera en medio de sufrimientos físicos enormes y hasta caer rendido de muerte en la última de sus centenares de misiones.
Un país de contrastes
Uno de sus grandes escritores bautizó a Chile como una “loca Geografía”, al constatar que además de ser el segundo país más largo y el más angosto del mundo, reúne desde su desértica “puerta norte”, hasta los glaciares antárticos, y desde la Cordillera de los Andes hasta el Océano Pacífico, casi todos los climas posibles.
No obstante, sus enormes contrastes sociales –que con diversos niveles y matices han perdurado a lo largo de sus casi 500 años de historia– constituyen elemento casi permanente de tensión que en los 31 años de apostolado infatigable de Mariano era particularmente agudo.
País minero y agrícola por excelencia, esta segunda característica fue la más extensa hasta muy entrado el siglo XX. Si bien la minería extractiva aportó desde los tiempos de Mariano una parte esencial del erario nacional, la agricultura de mera subsistencia y la mala explotación de la tierra en enormes latifundios que concentraban gran pobreza y un sistema patronal feudal, perduraron largamente. Entretanto la industrialización impulsada por el Estado se abría paso hasta consolidarse en forma que llegó a ser ejemplar en Latinoamérica.
Un punto de inflexión trascendental se abrió justamente cuando Mariano pisaba tierra chilena en 1873: se había descubierto en el área enorme del Desierto de Atacama boliviano-chileno-peruano la mayor concentración planetaria de un producto entonces muy valioso tanto para la fertilización agrícola como para la fabricación de explosivos en la industria bélica: el salitre, mezcla de nitrato de sodio y nitrato de potasio, que asociado con otros minerales se extrae de las minas en un concentrado llamado caliche.
El control y beneficios de todo el sistema productivo –así como el manejo político – por parte de las élites nacionales se concentraban entonces en Santiago y otras pocas ciudades importantes. Por ello el campesino pobre y hambriento fue convergiendo cada vez más sobre ellas, hasta conformar cinturones enormes de miseria, enfermedades, desolación y muerte alrededor de los centros relativamente desarrollados y opulentos.
El campo de misión de Mariano
Esta fue la realidad a la que se enfrentó Mariano Avellana apenas puso pie en Santiago, donde los misioneros claretianos habían arribado sólo tres años antes, para llegar a hacer de Chile el primer país donde lograrían consolidarse fuera de su natal España y comenzar a extenderse por América.
Imbuidos del carisma del Fundador, sus hijos habían aceptado instalarse precisamente en uno de los sectores más miserables y abandonados de la emergente capital del país. Entregados de lleno a tal realidad, los misioneros no sólo evangelizaron a una población paupérrima, mayoritariamente analfabeta, con hombres esclavizados por el alcoholismo, y con la consiguiente violencia familiar. Repartieron también alimentos, enseñaron a producir comida y medicinas naturales ante la falta de servicios médicos, crearon una escuela, y a poco andar iniciaron la construcción de un templo dedicado al Corazón de su Madre, que con el tiempo llegaría a ser la primera Basílica del Corazón de María en el mundo
Desde esta sede primaria partió el Padre Mariano misionando por las parroquias, capillas de fundos y campos de los alrededores. Poco a poco extendió su radio de acción, viajando ya fuera a lomo de caballo, en carretelas, a pie, en los primeros trenes que surcaban el país, o en las bodegas de viejos barcos de carga.
Introduciéndose sin asco en los tugurios donde imperaban el hacinamiento, el desaseo, las pestes y los sufrimientos de toda índole, llegó a “peinar más de 1.500 kilómetros a lo largo del país, misionando sin descanso. A pesar de que un herpes muy doloroso le erosionó el vientre durante 20 años hasta su muerte; en medio de los cuales le reventó una herida en una pierna que, lejos de curarse, le creció hasta llegar a ser del tamaño de una mano abierta y lo acompañó también hasta morir. Sin embargo, nunca mencionó estos problemas, no aminoró por ellos su ritmo de trabajo, y hasta siguió cabalgando por los campos y montañas de la loca geografía chilena.
Caliche sangriento
La ambición por el salitre despertó la codicia internacional y el conflicto entre los tres países productores. A los seis años de llegar Mariano, en 1879 Chile se embarcó en un conflicto armado contra Perú y Bolivia, paradojalmente conocido como la “Guerra del Pacífico”, siendo más bien “Guerra del Salitre”. Chile resultó triunfador y se anexó las regiones del Desierto que antes fueron peruana y boliviana. Hoy son las más grandes del país y las más ricas en recursos mineros.
Como consecuencia, una “fiebre del oro blanco” sembró el desierto de explotaciones salitreras, miles de kilómetros de vías férreas, y una concentración nunca vista de obreros, que poco a poco se hacinaron en ellas con sus familias.
Se suponía que los capitales de explotación serían chilenos, pero el Estado privatizó las faenas para lograr impuestos altos en favor de las arcas fiscales, y así las llamadas “Oficinas Salitreras” terminaron en poder de capitales mayoritariamente ingleses y de otros países.
Se repitieron e incrementaron allí los enormes contrastes sociales, las injusticias y los abusos laborales que habían predominado en las explotaciones agrícolas tradicionales. Al punto que los salarios no se pagaban en dinero, sino en fichas canjeables por alimentos y productos esenciales sólo en almacenes llamados “pulperías” de los mismos empresarios, los que, salvo honrosas excepciones, cometían así usuras abominables.
Pero el desarrollo enorme de la industria minera se convirtió también en un nuevo campo de evangelización para los hijos de Claret, y especialmente para el Padre Mariano. Residiendo por largos años en las comunidades abiertas en La Serena y Coquimbo, unos 480 km al norte de la capital, él se desplazaba hasta los minerales situados en el área de Copiapó –actual región de Atacama-, y más al norte, en la de Antofagasta. A pesar de que en ellos reinaban la irreligiosidad, las borracheras, el libertinaje, la prostitución y abuso de mujeres, el ya conocido como “Apóstol del Norte” alzaba por todas partes su potente voz para remecer conciencias, rectificar rumbos, recomponer familias, cristianizar ambientes.
No obstante, las injusticias sociales llegaron a provocar grandes tragedias. Había ya fallecido el Padre Mariano cuando, en 1907, obreros de diversas oficinas salitreras se declararon en huelga y, con sus mujeres e hijos, bajaron en masa desde las explotaciones en la Cordillera de los Andes hasta las gerencias situadas en el puerto de Iquique, unos 1.800 km al norte de Santiago, para exigir mejoras salariales y laborales. Se reunieron en la Escuela Santa María, y pronto se les sumaron otros gremios, hasta que el puerto quedó virtualmente paralizado.
Ante las órdenes del Gobierno desde Santiago, fuerzas militares ordenaron a los huelguistas desalojar la escuela y abandonar la ciudad. Como se negaron, hombres, mujeres y niños fueron acribillados sin piedad. Según el Gobierno, hubo 126 muertos. Pero diversas fuentes los sitúan entre 2.200 y 3.600. La cifra exacta nunca fue esclarecida.
Alfredo Barahona Zuleta
Vicepostulador, Causa del V. P. Mariano Avellana, cmf
Jul 30, 2024 | De los mártires, Mariano Avellana
Cuando este 2024 seguimos conmemorando los 120 años de la pascua del Venerable P. Mariano Avellana, considerado el mayor evangelizador en más de 150 de historia de los misioneros claretianos en el confín de América, es oportunidad especialmente propicia para proyectar su figura al presente. De esta forma podremos imaginar con qué mensajes y acciones recorrería hoy miles de kilómetros, en comparación con los que llevó antaño por tierra chilena, en las más de 700 misiones, ejercicios espirituales y profundas reflexiones que, con abnegación y sufrimientos “heroicos”, predicó por más de 30 años; sobre todo a los enfermos, los encarcelados y los más postergados por la sociedad.
Mariano, incansable en sus ansias de cristianizar al país desconocido donde se sintió enviado para hacerse en ello “o santo, o muerto”, alzó su vozarrón y buscó transformar de acuerdo al Evangelio y según la realidad de su tiempo, la impiedad religiosa, situaciones de pecado, injusticias y abusos enormes contra los más débiles con que allí se encontró. Y no cejó en ello hasta caer mortalmente rendido en la última de sus misiones.
Misionar en el mundo actual
Las realidades de hoy son, por cierto, muy diferentes a las de entonces. Un mundo globalizado ha optado en gran parte por un modelo de desarrollo destructor del medio ambiente, a un nivel que está conduciendo a la especie humana al borde de la extinción. En medio de él, situaciones de miseria, abusos o persecución han desatado migraciones masivas de seres desesperados que, persiguiendo el espejismo de la abundancia, perecen por miles en el océano o son impedidos de entrar en los modernos Jaujas padeciendo otros tantos sufrimientos, abusos y muertes. ¿Podemos suponer que Mariano Avellana guardaría silencio al respecto en sus extenuantes correrías misioneras?
Decenas de guerras endémicas que a nadie importan, y otras nuevas que sí logran noticia por la magnitud de sus horrores y posibles escaladas, que podrían llevar a un conflicto mundial de consecuencias inimaginables para la humanidad entera, ¿no entrarían en las exigencias de concientización y acciones coherentes que Mariano pretendería como obligaciones primordiales de los cristianos de hoy?
Los innumerables abusos, injusticias y vejaciones de los más débiles que imperan en la economía, el trabajo y otros ámbitos de las relaciones personales y sociales de hoy, así como las violaciones de derechos esenciales, ya sea a la vida, la integridad, la salud, alimentación, salarios justos, vivienda, educación, protección de la niñez, de la mujer abusada y asesinada, de los ancianos descartados, y tantas otras realidades, ¿no serían temas acuciantes para la palabra y acción del discípulo insigne de Claret que fue Mariano Avellana?
No podemos pensar que permanecería impasible y no exigiría a los cristianos “hacer líos”, como lo impele el papa Francisco. Menos aun guardaría silencio frente a los más de 36.000 muertos, en su mayoría mujeres, niños y ancianos inocentes, sobre 78.000 heridos, 1.500.000 desplazados a punta de cañonazos, y más del 70% de destrucción de toda la infraestructura de la Franja de Gaza, parte sustancial de la tierra donde puso su tienda y deseó innumerables veces la paz el Hijo de Dios.
Ni haría lo mismo frente a la guerra entre Rusia y Ucrania, que data de al menos 10 años y en los dos últimos ha provocado más de 80.000 muertos.
Ejemplo que cuestiona y exige
Cómo orientaría a sus misionados frente a estas y otras lacras de nuestro mundo actual, sólo podemos suponerlo. Pero conociendo la forma en que se planteó de palabra y obra frente al suyo, es dable inferir qué talante de misionero sería hoy el de Mariano Avellana.
A 120 años de su muerte, bien vale no sólo reflexionarlo, sino sobre todo extraer el ejemplo que su figura ofrece a la familia claretiana toda, religiosos y laicos, hombres y mujeres, para quienes su paso por la tierra no es un mero modelo por contemplar, sino un paradigma exigente de vida y acción misionera según el carisma cabal de Antonio María Claret. Este fue la fuente en que se inspiró Mariano para ser el misionero insigne que anhelamos ver en los altares; como testimonio de lo que significa ser el misionero “que arde en caridad, abrasa por donde pasa y procura por todos los medios la gloria de Dios y la salvación de los seres humanos”.
Alfredo Barahona Zuleta
Vicepostulador, Causa del Ven. P. Mariano Avellana, cmf