Nemi, Italia. 11 de septiembre de 2021. El XXVI Capítulo General de la Congregación ha vivido su última jornada. Aunque el Evangelio proclamado se ha tomado del relato de Marcos, el día ha tenido un fuerte tono joánico: muchas más cosas han vivido los capitulares, si de todas tuviera que darse cuenta aquí…
La jornada ha sido muy intensa. Antes de la salida del sol un buen número de capitulares compartía ya un rato de adoración, previo al rezo de las laudes, encomendado hoy a la provincia de Santiago. Un rato antes un buen grupo de capitulares se había desplazado ya a un laboratorio para hacerse las pruebas que la pandemia convierte en obligatorias para viajar.
En ambiente de oración los capitulares han releído juntos y meditado las palabras que hace dos días el papa Francisco dirigió a la asamblea. Muchos corazones se han mostrado tocados a esa primera hora del día, previa al desayuno.
La emoción volvería a percibirse en el aula cuando tras un rato de lectura en silencio del borrador de exhortación que el Capítulo dirigirá a la Congregación casi una treintena de capitulares han ido expresando la impresión que el texto les producía y el gozo de ver reflejado en él el camino que superiores mayores y gobierno general emprendieron juntos en Talagante (Chile) en enero de 2020.
Emocionante ha sido también el minuto de silencio y oración con que los capitulares han acogido la noticia de la muerte del misionero Len Brown, de la provincia de Estados Unidos-Canadá, que ha perdido tres de sus miembros en las últimas semanas. Tanto a la mañana como a la tarde, el Capítulo ha recordado con cariño en su oración a los ancianos y enfermos de la Congregación. En un momento también singular, el P. Joseph Jeyaseelan, superior mayor de St. Joseph Vaz (Sri Lanka), el único capitular al que la pandemia ha impedido viajar a Italia, dirigió un saludo a sus compañeros, hechos ya a escuchar su parecer y opiniones gracias a las tecnologías que le han permitido participar online en casi toda la vida capitular.
La palabra más repetida durante el día ha sido «gratitud». En diversos momentos y de muchos modos los capitulares han expresado su gratitud al Señor, antes de hacerlo por excelencia en la eucaristía vespertina, presidida por el cardenal Aquilino Bocos. Gracias sobre todo a Dios, nuestro Padre, que nos ha concedido celebrar con tanto gozo y fraternidad un capítulo en tiempos de pandemia, cuando tantos sufren y no pueden desplazarse. Gracias también al gobierno general de la Congregación, que ha trabajado sin descanso por hacer posible la asamblea y primó, sin disminuir en modo alguno la seguridad y la prudencia, la confianza en el Señor. Gracias a cientos de personas que, con su oración, participación en las conversaciones previas al Capítulo o su trabajo, han hecho posible la asamblea. Mención muy especial han merecido todos los claretianos no capitulares implicados, desde el P. Paulson Veliyanoor hasta quienes han trabajado desde la traducción, la secretaría, la logística… Una gratitud singular ha sido, sin duda, la expresada a la Hna. Jolanta Kafka, RMI, superiora general de las Misioneras Claretianas, que nos ha acompañado (a pesar de sus muchas tareas) durante todo el mes.
Los anales permitirán conocer las resoluciones capitulares, que refuerzan la disposición de la Congregación a vivir cada vez más «en salida», sin disociar contemplación y servicio, adoración y testimonio, y a vivir la alegría del Evangelio. La asamblea ha dedicado también varias horas a discernir cómo compartir esto con los hermanos, cómo vivirlo en cada lugar, cómo hacerlo camino con tantos miles de personas que acompañan en el mundo a la Congregación.
Ricas han sido también la homilía del cardenal Bocos y las palabras de clausura del Capítulo del P. Mathew Vattamattam, ratificadas por los aplausos de la asamblea puesta en pie. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres. En palabras del P. Bocos, el Padre Claret falleció hace más de siglo y medio, pero su espíritu sigue muy vivo en el mundo y en la Iglesia.
La asamblea, que se abrió invocando la protección del Inmaculado Corazón de María, ha vuelto un día más a poner su mirada en ella. El canto del Magnificat, en una de las versiones del misionero Luis Elizalde, precedió en muy pocos minutos al acto solemne de la firma final de las actas capitulares.
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