Queridos hermanos,
Feliz fiesta de la Presentación del Señor y mis mejores deseos en el día de la Vida Consagrada.
En la primera semana de febrero, celebramos diferentes acontecimientos que profundizan en las distintas dimensiones de nuestra vocación misionera. Pienso en tres acontecimientos de esta semana que son muy significativos para nosotros.
El primero es el Día de la Memoria de los mártires claretianos, el 1 de febrero. Nuestros 184 hermanos mártires que fueron beatificados y aquellos cuya causa se está tramitando y muchos más que no están beatificados, pero que vivieron el mismo misterio de derramar su sangre por Cristo. Este es también el día en que nuestro Fundador fue brutalmente herido por un asesino a causa de su postura contra la esclavitud y la discriminación en Cuba. Estar con Cristo para defender la dignidad de toda persona humana vale el coste que pagamos por ello. Nuestros mártires nos inspiran a ser valientes en medio de las dificultades.
El 2 de febrero celebramos el día de la vida consagrada en la fiesta de la presentación del Señor. Es un día en el que damos gracias al Señor por nuestra consagrada vida. El Señor nos ha dado un carisma que atesora y promueve la vida consagrada en la Iglesia. Es nuestro carisma el que nos ha impulsado a poner en marcha los seis Institutos de Vida Consagrada en cuatro continentes. Vivimos en una época en la que la vida consagrada es a menudo ridiculizada como obsoleta, los votos son presentados como deshumanizados. Sin estar arraigados en Cristo, no podemos vivir nuestra consagración con audacia como signo contracultural en el mundo. Los argumentos no convencerán a nadie, pero sí lo hará un testimonio de vida que irradie alegría, libertad interior, intimidad con el Señor, vida fraterna en comunidad y entrega en la misión que encarna nuestra forma de vida.
En este año, el Papa nos ha llamado a prestar especial atención a las mujeres consagradas en la Iglesia. Debemos admitir que a menudo no apreciamos ni valoramos la belleza de su vida consagrada y el enorme bien que hacen en la Iglesia. Debemos valorarlas en igualdad de condiciones, tanto en la vida como en la misión, y valorar nuestra mutua complementariedad. He visto cómo el clericalismo, la mundanidad espiritual y un falso sentido de superioridad masculina ciegan a veces a los hombres para ver la verdad y la belleza de la vocación y la misión de las religiosas. En este año hagamos un esfuerzo por mirar a estas grandes evangelizadoras con los ojos de Cristo y, junto con ellas, trabajemos como sus hermanos y hermanas en la viña del Señor, la viña de nuestra familia, la Iglesia.
El 4 de febrero es el aniversario de la muerte del venerable P. Clotet, cofundador de nuestra querida congregación. En el mes de julio, el día 25 es el bicentenario de su nacimiento. Siendo el más joven del grupo, Clotet conoció de cerca a nuestro Fundador y su espíritu. Fue Subdirector General durante treinta años, de 1858 a 1888. Todos estamos en esa línea que se une a Claret y que hoy arde de amor. Estas celebraciones encienden el fuego dentro de nosotros y desempolvan las posibles cenizas de la mundanidad que puedan estar humeando.
Hay una cosa que es común a los tres acontecimientos que he mencionado. Es el arraigo en Cristo. Sin eso, no hay audacia del martirio, ni vida consagrada auténtica, ni el fuego del carisma claretiano. Procuremos estar arraigados en Cristo y ser audaces en la misión.
Mathew Vattamattam, CMF