Canadá. Con motivo del terremoto de Chile, el P. Josep Maria Abella, Superior General, ha dirigido una segunda carta, en esta ocasión a los Superiores Mayores, pidiendo solidaridad con los afectados.
Montreal, 28 de febrero, 2010
A los Superiores Mayores.
Estimados hermanos:
Con verdadera angustia y preocupación hemos seguido todos las inquietantes noticias
sobre el fuerte terremoto acaecido en Chile. Los datos se van agravando a medida que pasan las horas. El número de personas que han perdido la vida y los daños materiales provocados por el terremoto nos dejan sumidos en un profundo dolor.
Hace poco más de un mes asistimos angustiados a la tremenda tragedia que supuso, y está suponiendo todavía, el terremoto de Haití. Hoy es Chile la que se ha visto afectada por un hecho similar, aunque, afortunadamente, no haya causado tantas víctimas mortales.
Después de intentar, sin éxito, ponerme en contacto telefónicamente con el Superior Mayor de la Delegación, él mismo se ha adelantado a informarme de la situación de nuestros hermanos de aquella Delegación y de sus familiares. Gracias a Dios no ha habido que registrar ninguna desgracia personal, aunque queda un tremendo dolor ante la situación de tantas personas. Sí que hay que lamentar daños materiales muy notables en el templo de Curicó, que quedará prácticamente inservible, y, de menor grado pero siempre importantes también, en la Basílica de Santiago. Me dice el P. Cabré que el templo grandioso de Linares, recientemente entregado a la Diócesis, ha sido destruido por el terremoto. También se habla de daños importantes en diversas estructuras claretianas de Temuco. Todo ello es fuente de preocupación y nos está llamando ya a la solidaridad. Nuestros hermanos de Chile están poniéndose generosamente al servicio de la gente más afectada por el terremoto.
Es el momento de demostrar nuestra solidaridad con estos hermanos nuestros y con su gente. Abrimos una cuenta en el Fundus para quienes quieran hacer llegar sus ayudas. Todas las Provincias y Delegaciones han sido muy generosas con Haití. Nos toca ahora hacer llegar a Chile una ayuda urgente que exige de nuevo un gesto de solidaridad por parte de todos. Estoy seguro que este llamado encontrará una respuesta pronta y generosa en todas las Provincias y Delegaciones. Le he pedido al P. Agustín Cabré que me mantenga informado sobre la situación. La iremos poniendo a vuestra disposición a través de la página de la Congregación.
Que Dios ilumine a la Iglesia chilena para encontrar el modo mejor de ser sacramento de su amor en este momento de dolor. Le pido a María que inspire a nuestros hermanos de la Delegación chilena para que puedan ser verdaderos instrumentos de esperanza.
Un abrazo fraterno,
Josep M. Abella, cmf.
Superior General