Rasgos carismáticos

¡Somos misioneros!

La Misión pertenece al núcleo de nuestra identidad más fundamental. Hemos recibido del Espíritu un carisma que nos conforma con Jesús y nos hace semejantes a los apóstoles, en una comunión de vida, totalmente entregados al Padre y al Reino (cf. CC 3-4). Hace ciento cincuenta años, nuestra comunidad claretiana experimentó una gran alegría cuando la Iglesia aprobó nuestras Constituciones y reconoció, con gozo, que nuestra Congregación de Misioneros es un don del Espíritu. Hoy, también con gran alegría, proclamamos agradecidos con María la grandeza del Señor.

 

Misioneros ‘con Espíritu’

Hemos sido agraciados con una espiritualidad particular, heredada de San Antonio María Claret y de nuestra rica tradición. Como Hijos del Corazón de María, estamos llamados a ser hombres abiertos al Espíritu, guiados por él y siempre dóciles a sus mociones; hombres que arden de amor.

 

Oyentes y servidores de la Palabra de Dios

Nuestra herencia carismática nos define como «oyentes y servidores de la Palabra». Somos en la Iglesia y en la sociedad un eco de Claret (cf. Aut 686), ministro apasionado del Evangelio a tiempo y a destiempo, utilizando todos los medios a su alcance. Nosotros, como María, como Hijos de su Corazón, queremos acoger y meditar la Palabra en nuestro corazón y proclamarla con pasión.

 

Misioneros en comunidad

Como testigos y mensajeros de la alegría del Evangelio, en comunidad apostólica, nos esforzamos por tener una visión común al abordar las periferias humanas que nos desafían en cada lugar a tener una actitud de alcance misionero.

 

Enviados a evangelizar escuchando a los pobres

No se puede ser claretiano si se actúa como si los pobres no existieran. Tampoco se puede ser claretiano si no se denuncian las estructuras injustas, se lucha contra el sistema que somete a los pobres y se proponen alternativas.

 

Con toda la Iglesia y los que buscan la transformación del mundo

Para nuestra Congregación la dimensión de «evangelizar con otros», multiplicar los líderes evangelizadores y la misión compartida es un rasgo carismático indispensable (cf. CC 3, 7, 48) que entendemos y llevamos a cabo de diversas maneras.

 

Abiertos a todo el mundo en el diálogo profético

El diálogo toma diferentes formas: el diálogo como presencia -vivir más que hacer-, el diálogo interreligioso e intercultural que promueve la paz y la reconciliación; el diálogo con la creación que lleva a la conversión ecológica. En este diálogo vivimos el anuncio y la denuncia que forma parte de la profecía, un diálogo que extendemos también al nuevo continente digital y a las nuevas generaciones de jóvenes para evangelizar y ser evangelizados. Somos hombres que arden de amor (caridad) y «el diálogo es el nuevo nombre de la caridad» (VC 74).