Queridos hermanos:
Os deseo una feliz celebración de la fiesta de nuestro Fundador, san Antonio María Claret. Aunque la situación mundial de Covid-19 ha mejorado significativamente, aún habremos de mantener restricciones prudenciales en la celebración externa de la fiesta. La humanidad está volviendo lentamente a una «nueva normalidad» con las lecciones aprendidas de la experiencia de la pandemia. En efecto, las pruebas de la vida revelan los verdaderos tesoros ocultos en los corazones humanos.
El año pasado pudimos celebrar el Año Claretiano en el 150 aniversario de la muerte de nuestro Fundador y este año hemos llevado a cabo el XXVI Capítulo General bajo las sombras de la pandemia mundial. Al comenzar el periodo post-capitular que nos impele a experimentar los efectos de esta pandemia en la humanidad, hemos de acoger la «nueva normalidad» profundamente arraigados en Jesucristo y audaces en nuestra vida y misión. No permitamos que la pandemia nos robe nuestro entusiasmo misionero.
El Consejo General se encuentra reunido en Vic desde el 17 de octubre y prolongará su estadía allí durante dos semanas. Queremos inspirarnos en el espíritu de nuestro Fundador para caminar hacia la realización del sueño que el Señor nos invitó a tejer juntos en el Capítulo General para este sexenio. Sabemos que la vida del Padre Claret estuvo marcada por el sueño de su infancia acerca de la eternidad. De joven, soñaba con una carrera de éxito, moldeada a través de su pasión por el diseño textil y por el deseo de su padre. Pero el Señor le enseñó el arte de soñar con Dios y de caminar con Él de otra manera. En la sociedad convulsa de su tiempo, el Padre Claret supo anclarse en Cristo y llevar a cabo con audacia la misión que se le había encomendado. Es interesante observar cómo nuestro Fundador describe su camino cotidiano en su autobiografía: «El Señor me dio a entender…» (Aut 93, 101, 117, 118, 191, 198, 254, 403, 534, 674, 680, 697, etc.). Este tipo de «comprensión dada» de la realidad a la luz de la Palabra de Dios es necesaria para vivir con audacia nuestra vocación misionera.
Queridos hermanos, tenemos muchos retos que afrontar en esta época de cambios. Como Congregación debemos estar arraigados en Cristo para dar los frutos del Espíritu en la Iglesia y en el mundo. Los frutos son diferentes de los productos. Los frutos nacen de la sana dinámica interior de un organismo y nos ayudan a crecer como discípulos de Cristo, mientras que los productos son el resultado de la actividad externa.
El Señor ha llamado este año a 51 misioneros a la casa del Padre, lo que, por un lado, suscita la gratitud por la asombrosa gracia que irradiaron sus vidas. Por otro lado, la muerte de tantos misioneros claretianos en nuestra pequeña Congregación (en su mayoría debido a la vejez y al Covid) nos invita a rezar y trabajar por las nuevas vocaciones. Cuando la propaganda negativa, la cobertura mediática de los escándalos en la Iglesia y ciertas ideologías desdibujan la verdad sobre la Iglesia, la vivencia gozosa de los valores propios de nuestra vocación (por ejemplo: un estilo de vida sencillo, la proximidad a la gente, el cuidado y la compasión en las relaciones, el acompañamiento de las personas en su búsqueda del sentido de la vida y el compartir nuestra experiencia de Jesús) puede revelar la auténtica belleza del seguimiento de Cristo como misioneros.
Cada uno de nosotros puede ser un promotor de vocaciones irradiando la alegría de seguir a Cristo de una manera única. Encomiendo nuestra pastoral vocacional a la intercesión de nuestro Fundador.
Caminemos como hijos del Corazón de María al estilo del Padre Claret como comunidad de discípulos, uniendo nuestras manos con las del resto de la Familia Claretiana y todos los que comparten su carisma para dar testimonio de la alegría del Evangelio en el mundo de hoy.
A todos vosotros, mis mejores deseos con ánimo festivo.
Mathew Vattamattam, CMF
Superior General