Queridos hermanos y hermanas de la Familia Claretiana,
Llega la Navidad de 2022 y con ella nuevas esperanzas en medio de tantos desafíos de nuestro tiempo. En un contexto de conflictos armados que perduran en distintas partes del mundo, así como repetidos fracasos del diálogo entre los pueblos para resolver sus rivalidades, celebramos el nacimiento del Rey de la paz. Es desgarrador pensar en las miles de personas que viven situaciones de angustia, hambre y frío durante esta Navidad. En un contexto así, incluso las personas de buena voluntad, somos tentados a caer en el pesimismo y a perder la confianza en la dignidad divina que pertenece a todo ser humano. Una vez más, damos la bienvenida a Emmanuel, Dios-con-nosotros, que viene a despertarnos de nuestro sueño, a ayudarnos a descubrir nuestra verdadera identidad de Hijos de Dios y a reconocer todo lo que es verdadero y bueno a nuestro alrededor.Llega la Navidad de 2022 y con ella nuevas esperanzas en medio de tantos desafíos de nuestro tiempo. En un contexto de conflictos armados que perduran en distintas partes del mundo, así como repetidos fracasos del diálogo entre los pueblos para resolver sus rivalidades, celebramos el nacimiento del Rey de la paz. Es desgarrador pensar en las miles de personas que viven situaciones de angustia, hambre y frío durante esta Navidad. En un contexto así, incluso las personas de buena voluntad, somos tentados a caer en el pesimismo y a perder la confianza en la dignidad divina que pertenece a todo ser humano. Una vez más, damos la bienvenida a Emmanuel, Dios-con-nosotros, que viene a despertarnos de nuestro sueño, a ayudarnos a descubrir nuestra verdadera identidad de Hijos de Dios y a reconocer todo lo que es verdadero y bueno a nuestro alrededor.
Para nosotros, claretianos, la Navidad llega con un espíritu renovado, manteniendo vivo en nuestras mentes y corazones el Sueño de Dios para nuestra Congregación (QC 43) y situarlo dentro del Gran Sueño de Dios para la Humanidad revelado durante la primera Navidad. El Dios de los Padres que caminó con su Pueblo a lo largo de la historia estableció una Nueva Alianza inquebrantable con la humanidad uniendo la naturaleza humana a la comunidad del Dios Trino en el Hijo por medio del Espíritu. Así el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros (Jn 1,14). El proyecto de amor de Dios para el mundo es la entrega de su Hijo unigénito para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna (Jn 3, 16). Podemos experimentar esta nueva posibilidad de nuestra propia naturaleza humana viviendo como vivió Jesús. El pecado y el egoísmo que engendran violencia y muerte pueden ahora dar paso a la vida y al amor. Es la única manera de acabar con las guerras e instaurar el diálogo, el perdón y la reconciliación como forma de vida del ser humano.
María acogió el proyecto de Dios con su “Fiat” incondicional y se convirtió en la primera en recorrer ese novedoso camino. En esta Navidad, contemplemos las dos escenas de Jesús en el regazo de su madre -el Niño Jesús y la Piedad- y aprendamos a caminar con audacia.
Para tejer nuestros pequeños sueños en el gran Sueño de Dios para la humanidad, acojamos al Verbo para que se haga “carne” en nuestra frágil naturaleza humana manifestando el amor de Dios en el mundo mediante nuestras palabras y obras.
Os deseo a todos una feliz Navidad 2022 y un próspero Año Nuevo 2023.
P. Mathew Vattamattam, CMF