Filipinas. La labor de los misioneros ha fomentado la aparición de escuelas, parroquias, hospitales, y ha favorecido el diálogo entre cristianos y musulmanes. El mensaje de paz y desarrollo es más fuerte que la violencia, los secuestros y los asesinatos de misioneros y profesores y los proyectos educativos de las poblaciones tribales.
La larga marcha hacia la paz, el no menos difícil camino al desarrollo, y el gran reto de fortalecer los lazos entre cristianos, musulmanes, y la población tribal. Estos son los temas que han distinguido la presencia misionera, durante más de 50 años, de los Claretianos en Basilan, una isla en el sur de Filipinas.
El P. Eduardo Apungan, recuerda algunas de las personalidades que han caracterizado la presencia claretiana en Basilan. Así, el fallecido obispo José María Querexeta, el P. Ángel Calvo, promotor de la paz y el diálogo interreligioso, el P. Eduardo Monge, secuestrado por el Frente Islámico Moro de Liberación, y el P. Bernardo Blanco, secuestrado por grupos del movimiento fundamentalista de Abu Sayyaf.
El martirio, en 2001, del joven claretiano P. Rohel Gallardo, se convirtió en fuente de inspiración para los jóvenes misioneros de la isla de Isabela que llevan en Tumahubong la escuela desde hace 61 años, y es la única de la Isla con enseñanza con primaria, secundaria, y un colegio de inspiración religiosa que atiende a más de 3000 estudiantes cristianos y musulmanes. La escuela parroquial claretiana, también en Tumahubong, San Vicente Ferrer, ha sido dos veces arrasada y reconstruida con la ayuda de las donaciones. Durante el segundo ataque, los extremistas secuestraron a un número de estudiantes y mataron a algunos de los profesores.
El P. Apungan subraya que a pesar de las dificultades, los ataques y la violencia sufrida, los claretianos, seguimos creyendo firmemente que “permanecer en la isla” y “ayudar desde nuestra pobreza, a nuestros hermanos y hermanas cristianos y musulmanes” da un “fuerte sentido” a la misión en Basilan. Sin olvidar a las poblaciones indígenas de la zona, que cuentan con el apoyo de numerosos proyectos de desarrollo, como un programa educativo para 212 niños y más de un centenar de adultos de la tribu indígena Badjaus.