España. Con el título “la religión en las sociedades modernas. Laicidad y laicismo” se ha celebrado el pasado 28 de marzo del 2009 el XI Simposio de la Fundación Claret. Por primera vez se celebraba en la “Sala Pare Casaldáliga”, un espacio polivalente ubicado en la Librería Claret de Barcelona, que está logrando ser un punto de referencia importante.
El Simposio contó con la participación del teólogo Marciano Vidal, que aportó la perpectiva teológica sobre el tema de la laicidad del Estado y la presencia pública de los cristianos. Seguidamente, el sociólogo Fernando Vidal, de la Universidad de Comillas (Madrid) abordó el tema desde una vertiente más sociológica y cultural bajo el título “Cambio cultural, religión y laicidad”. Por la tarde fue el turno de Jordi López Camps, que ha sido director de Asuntos religiosos de la Generalitat de Catalunya. Trató el tema desde el lado de la administración pública “La acción de gobierno y las religiones”. El Simposio acabó con una mesa redonda, moderada por la periodista Monte Girbau, en la que se dialogó sobre la laicidad en tres ámbitos sociales importantes: la salud, la enseñanza y los medios de comunicación social. El P. Màxim Muñoz, Provincial de Catalunya, hizo la presentación y clausura.
Hubo una nutrida participación de público, que evaluó muy positivamente el acto. Las ideas más repetidas fueron que ni la sociedad ni sus gobernantes pueden ignorar que la experiencia religiosa personal e institucional tiene una incidencia muy grande en el conjunto de la sociedad; que dicha experiencia no puede quedarse en el ámbito privado, sino que tiene el derecho y el deber de contribuir a la construcción de una sociedad más humana, justa y solidaria, desde su tradición y sabiduría. Lo debe hacer, eso sí, desde el respeto a la pluralidad de convicciones y creencias y a las normas de convivencia democrática, creando consenso más que diviones, proponiendo más que imponiendo, incluyendo más que excluyendo, dando testimonio de lo creído más que reivindicando privilegios. Por su parte, los gobiernos deben entender la laicidad como una neutralidad frente a las diversas creencias y no creencias, pero no en el sentido de impedir toda expresión o participación pública, sino desde el respeto, la valoración positiva y la colaboración. Es lo que se ha dado en llamar laicidad “positiva” o “inclusiva”.
En síntesis: un Simposio que aportó un poco de luz y orientación en un tema complejo pero muy importante.