Bayamón, Puerto Rico. 12 abril 2010. En esta segunda semana de Pascua, como convocados por el Señor Resucitado, fueron llegando, en diversos vuelos, a “Casa Misión Claret” de Puerto Rico, los “apóstoles” claretianos del Caribe; como si Jesús nos repitiera a nosotros su consigna, “Vayan a Galilea” – “Vayan a “la Lomita”, la Casa Misión o casa de
espiritualidad claretiana, donde él se nos revelará una vez más como glorioso y resucitado, nos insuflará su Espíritu y desde donde nos enviará, en viaje de regreso, a Cuba, Haití, República Dominicana y al mismo Puerto Rico, para seguir proclamando el Evangelio y trabajando por el Reino.
No es precisamente fácil la aventura de reunirnos todos los miembros de la Delegación de Antillas, dado el hecho de nuestra ubicación en tres islas y cuatro países diferentes, algunos de ellos con los condicionamientos viajeros que hay que afrontar, como el costoso y lento proceso para salir de Cuba o el estricto y restrictivo para entrar en Puerto Rico. De hecho, debido a estos obstáculos, tres de nuestros hermanos no pudieron acudir a la cita.
Componemos la Asamblea 41 miembros de la Delegación, distribuidos de la siguiente manera: 4 procedentes de Haití, 8 de Cuba (dos de ellos recién destinados, que no han llegado todavía a destino), 14 de República Dominicana, 14 de Puerto Rico y 1 de México. Somos un grupo colorido con aire universal, si tenemos en cuenta nuestros diversos países de origen: Puerto Rico, Dominicana, Haití, Cuba, Colombia, Argentina, España, Italia, Polonia, África Central y Nigeria.
Mencionamos aparte al P. Gonzalo Fernández, Prefecto General de Espiritualidad, procedente de Roma, que presidirá nuestra Asamblea.
Comenzamos puntualmente en el momento programado, a las 12:00 del mediodía, con media hora de oración comunitaria centrada en el lema escogido para la Asamblea, “Misioneros Claretianos, hombres que arden en caridad”, que, por otra parte, recoge los retos y propuestas del último Capítulo General que habrán de guiar la reflexión y las conclusiones pastorales y misioneras de nuestra misma Asamblea.
Después de la comida y de un saludable tiempo de descanso iniciamos nuestra tarea común. Con intención expresa de partir de la realidad, dedicamos casi toda la tarde, a informar con brevedad sobre todas y cada una de nuestras comunidades y frentes misioneros, siguiendo todos el mismo esquema: la vida de comunidad y los ministerios y compromisos misioneros que actualmente llevamos entre manos, evaluación de los mismos y retos para el futuro.
En la Eucaristía, a las 6:00 p.m., encontramos la mejor oportunidad para sentirnos hermanos misioneros, iluminados por la Palabra pascual y reconociendo al Señor Resucitado, que nos convoca y nos envía, al “partir el pan”. Acabada la cena, a las 8:00 p.m., escuchamos con atención una charla interesante, bien articulada y expresada con palabra fluida, del sacerdote diocesano P. Feliciano Rodríguez, Vicario de Pastoral de la diócesis de Caguas -cuyo obispo es nuestro hermano claretiano P. Rubén González-.
Nos presentó una síntesis de la historia de Puerto Rico en el siglo XX y hasta nuestros días: las realidades histórico-sociales-económicas y la incidencia de tal historia en la vida religiosa y eclesial del pueblo puertorriqueño. Resaltó las repercusiones de este proceso histórico y social sobre todo hoy en las generaciones jóvenes que se alejan cada vez más de la iglesia, y los retos pastorales para la Iglesia local en el futuro en orden a anunciar el Evangelio en este pueblo. Y así terminó el comienzo de nuestra Asamblea, todavía en clima de abrazos de hermanos que se reencuentran después de mucho tiempo separados.