Rep. Dominicana. Hace a penas unas horas, llegamos a la capital de Rep. Dominicana, el P. Alexis Díaz, cmf. y un servidor, desde Puerto Príncipe (Haití). Nos propusimos llegar hasta la capital haitiana con el objetivo de ver y abrazar a nuestros hermanos Anistus y Beauplan. Salimos a las 4 am desde Santo Domingo y llegamos a las 9 am a Jimaní, en la misma frontera dominico hatiano. Al llegar nos recibe el P. Roselio, cmf., quien se encuentra muy ocupado apoyando todos los esfuerzos por recibir a centenares de heridos que están trayendo desde Haití para ser atendidos en el pequeño hospital del pueblo. Inmediatamente nos fuimos con él a ver el sufrimiento en carne viva de nuestros hermanos, y sobre todo la labor de los médicos y enfermeras dominicanos, voluntarios muchos, para socorrerlos. He visto la desgarradora escena de un niño haitiano, 11 años quizás, que grita no solo el dolor de sus heridas físicas, sino también la ausencia de su mamá que no sabe donde está. Ya luego nos trasladamos al recién inaugurado Centro Multiusos “San Antonio M. Claret”, convertido ya en refugio para heridos que necesitan atención médica. Visto el panorama, llamé a Puerto Rico, a nuestros amigos médicos de AMAR, a quienes les compartí la situación. Estaban a la espera a que se les convocara para trasladarse inmediantamente a Jimaní, lugar donde hace un mes habiamos estado llevando un operativo médico. Hoy mismo, viernes, están llegando dos médicos y dos enfermeras desde Puerto Rico, para colaborar con los medicos dominicanos en esta misión solidaria. Me han asegurado que en el transcurso de la semana irán otros 10 médicos más. De veras agradezco tanto a Dios y a cada uno de ellos su generosidad.
En el tiempo en que visitamos el hospital y el centro, llegaba el Presidente de la República Dominicana, Leonel Fernández, para ver en directo y coordinar efectivamente, un convoy (sobre 30 camiones) equipados con cocinas ambulantes y proviciones para entrar a Haití en ayuda humanitaria.
Eran las 10 am cuando nos decidimos ya entrar a Haití. Tenia deseos de ver a mis hermanos Anistus y Beauplan, y constatar la magnitud de la catástrofe con mis propios ojos. El P. Pepe, cmf. nos acompaña. Nos acercamos al paso de frontera, y sin los protocolos ni exigencias habituales, nos dejaron pasar (igual que a todos), como quienes saben que cualquier ayuda por poca que fuera sería importantísima en estas horas difíciles.
Nos tomó 3 horas en carro llegar de la frontera a centro de Pto. Príncipe, cuando lo habitual es que se tome una hora media máximo. El tráfico terrible y el desorden vehicular cada vez mayor conforme nos acercábamos a centro de la ciudad. Una vez llegamos al centro vamos constatando lo que los MCS habían transmitido. La inmensa mayoría de los edificios de concreto parcial o totalmente derrumbados. El P. Pepe y el P. Alexis, se dejaban guíar por mi que conozco muy poco las calles de la capital. Yo confiaba en mi buen sentido de dirección para llegar hasta nuestra casa en Delmas, pero confieso que me dio temor no reconocer la ciudad en estas condiciones y sentirme por un momento largo perdido sin saber a donde dirigirnos. Estuvimos mas o menos una hora dando vueltas por la ciudad, y yo intentando reconocer las calles y luego llegar hasta nuestros hermanos, que no sabían que ibamos a verlos (no hay comunicación de internet y de celular aún). Por un momento pensé que no llegaríamos. Pero luego de varios intentos entrando y saliendo por lugares que fui reconociendo poco a poco, por fin llegamos a Delmas y encontramos nuestra casa. Una vez aparcados, toco la gran puerta de hierro verde y grito: “Anistus”. Al minuto me abrió la puerta una niñita haitiana de ojos caidos que se sorprendió ver a estos hombres “blancos” llegar a la casa, como quienes venían a ofrecer la solución de sus problemas. Luego de saludarla como pude, y entrar veo al P. Anistus descansando sobre su sofá en el patio de la casa, quien al levantarse por escuchar de nuestra llegada, se alegra sobremanera.. y comienza a llorar dejando ver todos los sentimientos mezclados: dolor, frustración, confusión, alegría de vernos, gratitud… Ya luego de un fuerte abrazo, se dispuso a mostrarnos la casa. Nos indica que el P. Beauplan, cmf., ha partido a Kasal para ver cómo está todo aquello (es nuestro otro frente de misión en el campo a una hora de la capital). Inmediatamente, pasamos a ver la casa, totalmente agrietada e insegura. No resistiría otro temblor. Los nuestros están durmiendo afuera en el patio, y allí ha acogido a algunos conocidos y vecinos que han perdido todo. Ya luego fuimos a Nason a ver lo que quedó de nuestra parroquia San Antonio María Claret, totalmente destruida. Podrán verla en las fotos que he enviado. Este gran esfuerzo de 10 años en el suelo. Aunque estamos seguros que el edificio espiritual construido en estos años con la gente de Nason está dando muy buenos frutos en este momento. Llevo grabado en mi corazon el rostro de dos jóvenes del grupo juvenil de la parroquia, que han crecido en esta comunidad cristiana y que nos ayudaron tanto en el último operativo médico hace un mes, dándonos una sonrisa sincera, forzada y adolorida al ver su templo, lugar de tantos recuerdos que intuyo forman parte de sus breves historias de vida y llevan en su corazon. Pregunté a ellos por sus familias y afortunadamente estaban bien. El viejito que cuida el templo, quien se encontraba en ese momento dentro, en el segundo piso, se salvó de milagro.. porque al caer el edificio pudo deslizarse cayendo en un lugar seguro. Son nuestra gente…, nuestra gente!
La situación en toda la ciudad sigue siendo caótica. A 48 horas del terremoto, aun no llegan las ayudas de ninguna parte, ni internacionales y mucho menos nacionales. La gente anda sin rumbo por las calles, se han improvisado en parques, terrenos, estacionamientos, gasolineras, refugios con miles de personas sin techo. Se ven muchos cadáveres en las calles, que han empezado a descomponerse, se ve a grupos de personas tratando de buscar y salvar vidas entre los escombros.
Ya, luego de nuestra corta visita (que me pareció tan larga por su intensidad) nos despedimos de Anistus (y espiritualmente de Beauplan). Les reiteré nuestra comunión, el saludo y preocupación del P. General, y de toda la Congregación en este momento. Les di una bendición. Y les indiqué que se acercaran a nuestra comunidad de Jimaní en cuanto puedan, para retomar fuerzas y continuar toda este esfuerzo de amor solidario que ahora empieza con nuestras gente de Haití.
Es todo por ahora. (Adjunto algunas fotos).
P. HECTOR CUADRADO, CMF.
Superior Mayor de Antillas
P.D. Regresamos a Jimaní. Allí hemos prometido al P. Roselio enviar toda la ayuda que recibamos tanto de la Congregación como de nuestras comunidades en Antillas para ayudar a la gente de nuestras comunidades.
Como saben, tenemos una decena de seminaristas haitianos, que aun no han sabido nada de sus familiares. Hoy tendre una reunión con ellos en el Seminario explicandole la situación y tener un momento de oración compartida. Les he pedido que vayan ellos mismos a sus casas, en busca de sus familiares. No sabemos en absoluto qué se van a encontrar allí. Pero pido oración por estos muchachos. La situación es muy muy dura para ellos. Y aun está empezando. Estaremos en oración juntos, la comunidad formativa y nosotros para preparar y bendecir su viaje a Haití. Acompáñenos espiritualmente!!