Haití. En una acción bien concertada para superar -o al menos aliviar- las trágicas y dolorosas consecuencias de un terremoto devastador de grado 7.3 no todo es ayuda humanitaria en dinero o en especie, acopio, hospitales o centros de salud disponibles, medicinas abastecidas, heridos atendidos y sanados, muertos sepultados, escombros acarreados, estadísticas procesadas, agentes de seguridad localizados, periodistas ávidos del impacto y de la foto… Para todo ello, como en nuestro caso de Haití, se necesitan también medios eficaces de transporte: para desplazar y colocar a personal de la salud, para facilitar la labor de las agencias humanitarias, para posibilitar el desplazamiento de los ciudadanos dentro de la ciudad y hacia el exterior, para acarrear desde los centros de acopio hasta los centros de distribución todos los productos alimenticios, de indumentaria, de medicinas, para transportar con urgencia en gigantescos camiones-trailer la ayuda internacional arribada a los puertos y aeropuertos de Dominicana con destino a Haití. Así lo podemos comprobar cada minuto desde el portalón de nuestra comunidad, por donde pasa todo el tráfico Dominicana-Haití.
Y dentro de ese campo del transporte rápido y eficaz se necesitan, cómo no, taxistas profesionalmente avezados y cordialmente disponibles.
En esta mi cuarta crónica desde la tragedia de Haití quiero presentaros la labor callada, pero sacrificada y eficaz, de un gran “taxista claretiano”, destinado en esta nuestra comunidad de Jimaní, junto con el P. Roselio Díaz, y Párroco de la parroquia de un pueblo cercano, que llaman La Descubierta. Siempre experto y ágil al volante, buen medidor al milímetro de distancias, sabueso de oportunidades para sobrepasar en un tris filas interminables de camiones gigantes, conocedor al detalle de baches, hundimientos y “policías tumbados” en los 45 kms. entre Jimaní y Puerto Príncipe, veloz en buena carretera abierta, sereno y prudente en terrenos lunáticos o abarrotados de público errante, siempre conversador agradable y ocurrente con buena dosis de humor… ¿Qué más quieren ustedes? Aquí les presento, con aplauso cerrado, al P. Pepe Rodríguez Silverio, misionero claretiano, tocado con su típica y perenne barba encanecida ya, originario del Norte de Dominicana, de la “Perla del Atlántico”, Puerto Plata.
Gran servicio el que está realizando con su furgoneta pick-up Toyota todo terreno, con viaje prácticamente diario a Puerto Príncipe, ruta nada agradable y muy enojosa por el pobre estado de la carretera, por las lentas caravanas de camiones, por los tapones inaguantables que erosionan la paciencia. El P. Pepe está haciendo de enlace, trasportando a claretianos en visitas solidarias con nuestros hermanos de Haití, a laicos visitantes de Dominicana y de Puerto Rico (médicos y enfermeros voluntarios) en su viaje de ida y vuelta, acarreando ayuda solidaria y medios tan imprescindibles como generadores eléctricos o bidones de combustible, etc. Todo tipo de aventura. Servicio también “todo terreno”.
Nos sentimos orgullosos de los dos misioneros de esta comunidad de Jimaní, que están dando el do de pecho, “desgastándose” (San Pablo lo dijo primero) por el Reino, derrochando amor y entrega a los más “pequeños” y sufrientes: Roselio, incansable al timón del Centro Social y sus niños malheridos, desde temprano en la mañana hasta tarde en la noche; y Pepe, incansable en su disponibilidad y su buen humor, al volante de su “taxi humanitario”, correteando sin descanso de acá para allá, verdadero “taxista sin fronteras”. Si hubiéramos de felicitarles en francés les diríamos: “Roselio, Pepe, ¡chapeau!”
Que el Señor y la Virgen de Caná, que evitó emergencias y bochorno, y la Dolorosa del Calvario, que asumió cruz, muerte y sufrimiento, os guarden siempre en la fragua de su amor. ¿Tendrá que ver todo esto con aquel estribillo familiar que reza: “El misionero claretiano es un hombre que arde en caridad y que abrasa por donde pasa”? Seguro que sí.
Pepe, !a seguir incansable como «taxista solidario!».
P. Carmelo, cmf, (PROMICLA)