Fundación en Argel

Sep 17, 2019 | La Congregación, Notas Históricas

Igual que el Fundador, que al no poder predicar en España cruzó el Mediterráneo para ir a Roma y ofrecerse a la misión universal, la Congregación expulsada de España por la Revolución Septembrina y recluida en Prades sin poder predicar cruzó el Mediterráneo para lanzarse a la misión por caminos universales. La fundación de Argel aunque resultó fallida, fue la primera salida misionera fuera de Europa con los riesgos y desafíos que ello suponía.

El P. Xifré tenía deseos de que sus misioneros salieran a nuevos campos misioneros, por ello llevaba día pensando en fundar alguna comunidad ya sea en Canarias, en Portugal o en Méjico. Sin embargo, de forma sorpresiva, se presentó la oportunidad de ir al continente africano. Francia hacía poco había conseguido ocupar toda Argelia y emprendía una fuerte tarea evangelizadora al unísono con la colonización. Un sacerdote que trabajaba en aquellas tierras se encontraba en Prades procurando recursos económicos. Hospedado en el seminario de Prades, manifestó que allá había una numerosa presencia española que no recibía atención pastoral. Los sacerdotes del seminario le insinuaron la existencia de la Congregación española refugiada justamente en Prades. El Abate Sabbatier se dirigió de inmediato al noviciado claretiano y ofreció este campo misionero al P. Xifré, quien aceptó sin dudarlo. El 6 de junio el obispo de la diócesis argelina escribió al P. Xifré manifestando su conformidad e invitándolo a una entrevista y exploración personal.

El 15 de junio de 1869 el P. Xifré partió hacia Argel; ese mismo día el obispo le enviaba una carta avisándole que salía hacia Francia. El P. Xifré regresó de inmediato y se encontraron en París. El 2 de septiembre, desde Argelia, el obispo le comunicó que tenía todo a punto para la llegada de los misioneros. El 4 de octubre de 1869 salió la primera expedición: el P. Alibés como superior, los PP. Quintana y Bech y el H. Felipe Gómez; acompañados del P. Xifré. Al día siguiente se embarcaron en Marsella y llegaron el 8 de octubre a las diez de la mañana. Se alojaron provisionalmente en el seminario de Santa Eugenia. El 19, el P. Xifré regresó a Prades y el 23 se trasladaron a la casa alquilada, situada en el arrabal Cité-Bugeaud (a media hora de distancia del centro de Argel). El 26 de octubre se unieron los PP. Donato Berenguer y Sebastián Miquel. El 31 de octubre comenzó la misión española en la Catedral con asistencia del obispo.

El compromiso apostólico asumido: una misa en español diaria en dos iglesias de Argel y en la iglesia parroquial de Cité-Bugeaud, además de la predicación en las misas dominicales. Las dificultades y humillaciones fueron múltiples, en primer lugar la hora tan temprana en la que debían desplazarse a la ciudad para celebrar las misas: tenían que sufrir las inclemencias del duro invierno, lluvias y fuertes calores. También, el mal trato y desprecio de los sacristanes, monaguillos y mujeres de las iglesias. Muchos enfermos morían sin auxilio cristiano porque no les avisaban a tiempo. Los párrocos no los llamaban para predicar y no podían ir sin permiso. Durante tres años pasaron estas penurias y quedaron reducidos a la inacción apostólica. El P. Brossosa congregó a un gran número de niños y jóvenes para la catequesis, pero tuvieron que dejar esta actividad por la oposición del párroco y las hermanas de la caridad que no estuvieron de acuerdo. El rechazo de los párrocos y vicarios era notorio y creciente. Hubo un sacerdote que manifestó que hacer funciones en español donde estaban los franceses era levantar altar contra altar. El P. Brossosa calificó esta situación como una “historia llena de disgustos”.

En enero de 1872 se comenzó a recibir la paga del Gobierno de Madrid y no del francés. El 2 de julio se trasladaron a la ciudad de Argel y el 3 de noviembre comenzaron a administrar los sacramentos en la capilla que implementaron en los bajos de la vivienda. Hasta 1875 se continuó celebrando las misas en las otras Iglesias, pero se dejó porque continuaban el desprecio y las humillaciones. Libres del compromiso en las otras iglesias, el culto en la nuestra se pudo mejorar y los misioneros pudieron dedicarse a dar misiones populares (unas 107 a 109). Continuaron las dificultades y los sinsabores. En una ocasión el arzobispo excolmulgó a los PP. Alibés y Brossosa por haber llegado tarde a la sesión de apertura del Sínodo diocesano, pero al poco rato se las quitó. El 2 de abril de 1876, devorado por el celo, murió el P. Sebastián Miquel. El Procurador de la República francesa en Argel, casado con una española, se convirtió en un protector de los misioneros. Consiguió superar las resistencias del alcalde y del cónsul español para alquilar una nueva residencia para los misioneros.

El 1 de julio de 1875 la subvención del Estado Español se suprimió y los misioneros quedaron a expensas del injusto trato de las parroquias. El P. Xifré hizo reclamaciones en el Ministerio de Estado y consiguió que la subvención fuese restablecida, pero sin la estabilidad necesaria. El 4 de enero de 1882 el Ministerio del Estado respondió a un reclamo económico del P. Xifré diciendo que no tenía nada que ver con los misioneros. La tercera casa en la que vivían los misioneros comenzó a derrumbarse y tuvieron que trasladarse a otra. Don Adriano Rotano, Vice-cónsul, consiguió un préstamo bancario que podía pagarse con la mensualidad que daba el gobierno español para reconstruir la casa y mejorarla; sin embargo, cuando el Ministerio pidió planos al Cónsul General, este respondió negativamente acusando a los misioneros y al vice-cónsul de promover la inmigración española y causar conflictos internacionales. El vice-cónsul fue depuesto de su cargo.

A las dificultades económicas se le añadió esta acusación y falta de apoyo del gobierno español, sin contar con la ya conocida oposición francesa, tanto de los párrocos como de los fieles. Vista la desconfianza y oposición francesa y la poca protección española, el P. Xifré decidió levantar la fundación. El 27 de julio de 1888 el P. Xifré escribió al Ministerio informando que levantaba la fundación. Tanto el ministerio como el obispo lamentaron lo ocurrido y ofrecían arreglos, pero la decisión ya estaba tomada. Demoraron cerca de treinta años en buscar una solución, cuando la habían tenido tan a la mano y no la aprovecharon en su momento.

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