Roma, Italia. Con la Eucaristía de clausura celebrada el 5 de septiembre, concluyó casi un mes de trabajo realizado por los 78 miembros del Capítulo. Ellos representaban a las Provincias y Delegaciones dispersas por todo el mundo.
El trabajo fue intenso, las aportaciones fueron un signo de la multiculturalidad de la Congregación y al mismo tiempo de la unidad del carisma claretiano y de la armonía que reinaba en el ambiente.
El tema que ha surgido de los diálogos y debates está muy en sintonía con la definición que el Padre Claret hizo del Hijo del Corazón de María: “Hombres que arden en caridad”. En ella encontramos los rasgos que definen nuestra identidad y la poderosa invitación a vivirlos con radicalidad. Hemos optado fuertemente por la comunidad: “la opción por la comunidad” es un lema que no debemos olvidar en los próximos años. “El fuego que se nos ha confiado -dijo el Padre General en su último mensaje- no es un tesoro que deba ser escondido. Nos sentimos llamados a transmitirlo a las nuevas generaciones que continuarán siendo, en la Iglesia y en el mundo, testigos y mensajeros del Dios de la vida. La pastoral vocacional, de la que hemos hablado repetidamente, sigue siendo una de nuestras prioridades. El deseo de compartir con otros el carisma que hemos recibido nace del entusiasmo y de la gratitud por la vocación que se nos ha dado”.
Se puede decir que hemos revivido y deseado transmitir a la Congregación la identidad plenamente misionera.
Durante todos estos días del Capítulo tuvimos la oportunidad de escuchar la palabra del P. Alfredo Nicolás, Superior de la Compañía de Jesús, del Cardenal Frank Rodé, de Mons. Agustín Gardín y hemos compartido momentos fraternos con el Cardenal claretiano José Saraiva.
Vale la pena agradecer a los muchos religiosos, hombres y mujeres, así como a los laicos, que se han sentido unidos a los Misioneros Claretianos a través de la oración y mensajes fraternos de apoyo espiritual.