La Madre Leonia Milito nació en Sapri, Italia, el 24 de junio de 1913 y desde pequeña destacó por su amor a Dios y al prójimo. En su adolescencia frecuentó la Acción Católica, donde abrió su espíritu a ideales grandes y nobles. Más tarde sintió la llamada a la vida consagrada, y, en medio de oración y reflexión, luchas, sufrimientos y oposiciones, entró en el estado religioso a la edad de 22 años. Movida por el Espíritu Santo, se puso totalmente a disposición de la Iglesia. Bajo la guía de Monseñor Geraldo Fernandes, fundó la Congregación de las Misioneras de San Antonio María Claret para ocuparse de los pobres, movida por un vibrante celo misionero. El 22 de julio de 1980 la muerte la sorprendió en la carretera pero siguió viva su obra, que mantiene fielmente su ideal religioso y misionero.
Inspirándose en el ideal de San Antonio María Claret, la Congregación funda su espiritualidad en el culto a la Eucaristía, que es el secreto de su perenne vitalidad. La vida y el apostolado de cada miembro se transfor¬ma, a los pies del sagrario, en una oblación ofrecida con Jesús, que se inmola para gloria del Padre y salvación de los hombres, formando una sola cosa con El.
Monseñor Geraldo Fernandes era un apóstol dinámico y fervoroso, preocupado sólo de cumplir siempre y en todo la voluntad del Padre. Claretiano convencido de su vocación y de su misión, lleno de celo por la expansión del Reino de Cristo, demostró una preocupación especial por los pobres. A él le correspondió ser el Padre y el guía espiritual de la Congregación de Misioneras de San Antonio María Claret. Nacido en Contagem (Estado de Minas Gerais), en Brasil, el 2 de febrero de 1913, entró en la Congregación de los Misioneros Claretianos, y con gran entrega y fidelidad superó las etapas de preparación para el sacerdocio, que recibió en 1936. En 1957 fue nombrado obispo de Londrina y arzobispo de la misma diócesis en 1970.
Como Padre de la Congregación, acompañó su desarrollo durante 25 años, orientándola y revelando su preocupación de Pastor. Gastó su corazón por el pueblo, al que amó y guió, consciente de que “este mundo todavía puede ser más feliz”, como afirma en su testamento espiritual. Monseñor Fernandes murió el 29 de marzo de 1982, en Sao Paulo, Brasil. El año 200 quedaban definitivamente aprobadas las Constituciones de la congregación.
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