Vic, España. Con gran alegría y expectativa, el día 3 de abril se inició la Escuela de Formadores de 2018, en la Casa de Espiritualidad de Vic (España). Se encuentran en este Curso de Formación 18 participantes venidos de distintos Organismos Mayores (Provincias y Delegaciones): Antillas (1), Brasil (3), Centro América (2), Colombia-Ecuador (1), Colombia-Venezuela (2), Deutschland (2), Guinea Ecuatorial (2), México (1), Portugal (2) y San José del Sur (2). Se cuenta con la gracia de que, entre los participantes, hay tres Hermanos de Antillas, Colombia-Ecuador y México.
Desde el mes de enero se inició con este Curso de Formación de Formadores. La primera parte del mismo fue a distancia (virtual) con el acompañamiento de algunos misioneros encargados del proceso de cada uno de los participantes. Esta primera parte finalizó en la segunda semana de marzo, antes de iniciar la Semana Santa. Ahora, en esta parte presencial, se trata de reforzar lo que se ha visto desde la plataforma virtual.
Reza el documento capitular CPR (Claretiano en Proceso de Renovación – Documento del XX Capítulo General, año 1985 -) en el número 49: “La mayor riqueza de la Congregación son las personas. Cada una de ellas es valiosa por lo que tiene de autobiográfico e intransferible“. Poner a la persona del Misionero Claretiano en el centro del interés es pretender lo mejor para cada uno. Una Congregación que se preocupa por sus miembros, es un Instituto que desea estar saludable.
La propuesta de dar lo mejor de sí a cada uno de los que llegan a nuestra Congregación tiene que ver con la idea de preparar, de la mejor manera posible, a aquellos que tendrán la tarea de encaminar a los nuevos Misioneros Claretianos hacia la vida misionera donde deben encontrarse con Jesús de Nazareth.
A semejanza de María, la Escuela Corazón de María pretende que quienes la realicen no solamente se limiten a dar a los demás de lo que se ha aprendido… sino que, mejor aún y como dice el número 73 de nuestras Constituciones, es para ser cada día más madura y profundamente conscientes de su propia vocación, aprendan por experiencia, en medio de los cambios del mundo, a vivir firme y constantemente unidos a Cristo, según nuestro carisma.