Queridos Hermanos:
Saludos fraternales desde Roma. Hoy es la solemnidad de San José, Patrón de la Curia General, que protegió al niño Jesús de la ira de Herodes. Hoy encomendamos a su intercesión a todas las personas afectadas por la pandemia del virus Covid-19. Nos unimos a toda la Iglesia, con nuestros corazones elevados al Señor y llevando la agonía de la humanidad, en favor de la curación divina de los enfermos y pedimos la fuerza y la sabiduría para los trabajadores de la salud y las autoridades civiles de cara a gestionar la crisis. Hasta ahora, no se sabe que ningún misionero claretiano esté afectado por el virus.
Italia parece estar en su cima con más de 4.000 nuevos casos y 475 muertes ayer. Hay quietud en la ciudad de Roma como en una mañana de Pascua. Las ciudades del país, en su mayoría, están desiertas y, ocasionalmente, con algún coche. La gente coopera con las directrices del gobierno, y se apoyan mutuamente desde sus balcones y ventanas en ciertos momentos. Aunque desconectados físicamente, las personas interactúan entre sí. Rezan a través de videoconferencias, trabajan desde casa, asisten a Misa online, continúan sus estudios en la universidad y aprovechan al máximo las facilidades online para apoyar, dar consuelo y difundir información útil. Así como la interconexión humana es un portador del mal, también es un gran potencial para comunicar los unos a los otros el amor y la bondad, y para construir una sociedad humana saludable.
Lamentablemente, el virus se está extendiendo rápidamente a España y a otros países europeos. El Covid-19, con su extraordinaria capacidad de infectar y dañar a miles de personas accediendo a las rutas de la interconexión humana, ha llegado a unos 173 países de todo el mundo infectando a unas 236.920 personas y cobrándose 9.829 vidas según la información actual. Aunque la tasa de mortalidad es inferior a la de la mayoría de las epidemias, el pánico es alto debido a su rápida transmisión y a la falta de solución médica hasta ahora. Los países Schengen han cerrado sus fronteras para evitar la difusión del virus.
Todos estamos en la comunidad excepto el Superior, el P. Vicente Sanz (ahora en España para una operación) y el H. Carlos Verga (en Argentina después de la muerte de su madre y ahora en cuarentena). Ésta es la segunda semana que nos quedamos en casa sin salir. El servicio de comidas continúa y nos ocupamos del resto de las tareas domésticas. No sabemos cuánto tiempo durará este período de cuarentena. No salimos de la casa en absoluto. Uno de nosotros, el ecónomo, a veces sale para realizar alguna compra necesaria. La mayoría de las capellanías han detenido las misas, aunque algunas piden el servicio de la comunión. Los servicios litúrgicos públicos se han detenido en todo el país. No tenemos pánico. Mientras tanto nos mantenemos ocupados en los estudios, las sesiones del consejo y las tareas domésticas. Puedo sentir la preocupación de nuestros hermanos por los enfermos y los que sufren, especialmente por los que viven solos y pueden tener pánico.
Hoy la comunidad se ha tomado un tiempo para compartir cómo cada uno de nosotros vive este momento y lo que podríamos hacer como misioneros durante este evento sin precedentes de la historia. Aunque hay ansiedad y preocupación por lo que está sucediendo en el mundo a medida que el virus se propaga sin cesar, nuestros corazones están con las personas afectadas, los moribundos y los trabajadores de la salud que se enfrentan al virus mientras atienden a los enfermos. Nuestros hermanos encuentran fuerza y esperanza en nuestra fe en el Señor de la historia en quien hallamos significado y refugio. La necesidad de este ahora es cooperar responsablemente con el esfuerzo colectivo para detener el contagio del virus manteniendo la distancia, uniéndonos a toda la Iglesia en la oración, apoyándonos mutuamente en comunidad y dando consuelo y esperanza a aquellos a los que podemos llegar desde la distancia. Muchos de nosotros expresamos nuestra preocupación por las personas que habitan solas en sus casas y los que viven en las calles pidiendo ayuda. ¿Dónde estarán ahora y cómo se las arreglarán en estos días? El Secretario de JPIC ha contactado con el grupo de Egidio y le ha ofrecido nuestros servicios. Lo mínimo que podemos hacer para ayudar al país a enfrentar la pandemia es colaborar para «romper la cadena» para «estar en casa» y unirnos a la Iglesia en la oración.
Hemos celebrado la Eucaristía trayendo a nuestros corazones a todas las personas que sufren la pandemia y a los trabajadores de la salud que luchan contra el virus, y recordando que la celebración eucarística ya no está al alcance de la mayoría de las personas en muchas partes del mundo. Rezamos por toda la Congregación y por los que llevan el nombre de “José” en nuestra Congregación.
Pido a todos los misioneros claretianos que enfrenten esta pandemia que se extiende con la calma y el coraje de los discípulos del Señor, y con el celo del Padre Claret, colaborando con las autoridades para detener su difusión, apoyándose mutuamente en las comunidades y encontrando modos de llegar a la gente necesitada de cualquier manera que podamos hacerlo y siempre responsablemente. Debemos poner nuestra fortaleza anclada en el Señor Resucitado, y dejar que su amor y compasión fluyan a través de todos los canales disponibles para nosotros. Como misioneros, participamos en el esfuerzo colectivo de la humanidad para ser instrumentos de Dios de cara a vencer la pandemia a través de nuestra intensa oración individual y comunitaria. Os encomiendo a vosotros y vuestros trabajos al Corazón de María y a la intercesión de San José.
Fraternalmente,
P. Mathew Vattamattam
19 de marzo de 2020