Acojamos la Pascua de 2024 con el espíritu del año jubilar claretiano que estamos celebrando. El lema que nos acompaña, Abrasando con el Fuego del Espíritu, tiene su fuente en el misterio pascual. Si Cristo no ha resucitado, en vano es nuestra fe y el anuncio del Evangelio (cf. 1 Co 15,14). En vano habría sido la vida de san Antonio María Claret, de los mártires y de todos nuestros hermanos que vivieron y murieron como claretianos.
En efecto, el Señor ha resucitado y vive. Nuestro corazón lo sabe, aunque a la razón le cueste entenderlo sin la luz de la fe. San Antonio María Claret lo sabía, era la verdad más profunda de su vida, y nuestros hermanos mártires lo atestiguaron con su sangre. El jubileo sigue recordándonos que nuestros corazones y comunidades son el hogar del Espíritu del Señor resucitado, el alma de la Iglesia. Cuando el Espíritu está presente, la llama se enciende en nosotros, y participamos de su Misión. La descripción que hace el P. Claret de un misionero como un hombre que arde en el amor de Dios y difunde ese fuego allá donde va (cf Aut 494) lo expresa con claridad.
Descubrimos la profundidad del acontecimiento pascual recorriendo el camino de la cruz que Jesús abrazó. Es una verdad incrustada en la naturaleza, como en el caso de una semilla que cae y muere para dar vida (cf. Jn 12,24). Nuestra vocación misionera implica un proceso continuo de morir a nosotros mismos para dar vida.
Hemos vivido esta semana santa viendo la crucifixión de la humanidad en distintas partes del mundo a través de guerras, conflictos y destrucción de la vida. Nuestra humanidad sufriente, abrazada por la dolorosa Madre de Dios, es la imagen de la Piedad que contemplamos con la esperanza de que la humanidad sea liberada de la esclavitud del pecado y podamos participar en el triunfo de la vida y del amor. Como los apóstoles, vayamos donde el Señor nos envíe para dar testimonio del Resucitado, sabiendo que el Señor trabaja con nosotros y confirma su palabra con los signos que nos acompañan. (cf. Mc 16,20).
Unámonos al grito gozoso de la Iglesia ¡El Señor ha resucitado! ¡Aleluya!
P. Mathew Vattamattam, CMF
Superior General
Roma 31 de marzo de 2024
