León, Guanajuato (México). Del 23 al 26 de marzo, el Papa Benedicto XVI ha vivido en México la primera etapa del viaje apostólico que le ha llevado a América Latina y el Caribe. Para la segunda etapa, el Papa se trasladará a Cuba como “peregrino de la caridad”.
La visita a México se ha desarrollado entre las ciudades de León, Guanajuato capital y Silao, en el centro del país. El pueblo, especialmente los jóvenes, le han brindado una cálida y multitudinaria acogida. El momento cumbre se ha tenido en la Eucaristía celebrada en el “Parque del bicentenario”, al pie del ‘Cerro del Cubilete’.
En la cima de esta montaña se yergue el monumento a Cristo Rey, cargado de un fuerte simbolismo para el catolicismo mexicano, que entre los años de 1926 y 1929 sufriera una sangrienta persecución. También en torno a este santuario se levanta la capilla de “Nuestra Señora de aguas buenas” donde se conservan los restos-reliquias del P. Andrés Solá CMF y Compañeros Mártires de San Joaquín, asesinados en 1927 por la causa de Cristo Rey.
El Papa ha aludido a estos Mártires, especialmente durante la Misa del domingo 25. Dirigiéndose a todos los cristianos y comunidades eclesiales de América, que en estos años están celebrando el bicentenario de los movimientos de su independencia política, les ha pedido que resistan a la tentación de una fe superficial y rutinaria, a veces fragmentaria e incoherente.
También aquí se ha de superar el cansancio de la fe y recuperar «la alegría de ser cristianos, de estar sostenidos por la felicidad interior de conocer a Cristo y de pertenecer a su Iglesia. De esta alegría nacen también las energías para servir a Cristo en las situaciones agobiantes de sufrimiento humano, para ponerse a su disposición, sin replegarse en el propio bienestar». Lo vemos muy bien en los santos, que se entregaron de lleno a la causa del evangelio con entusiasmo y con gozo, sin reparar en sacrificios, incluso el de la propia vida. Su corazón era una apuesta incondicional por Cristo, de quien habían aprendido lo que significa verdaderamente amar hasta el final.
La celebración concluyó con el rezo del Angelus. En el mensaje previo encomendó a la Virgen de Guadalupe a todos los pueblos latinoamericanos que pasan por momentos de sufrimiento e incertidumbre y, aludiendo a los Mártires dijo: En tiempos de prueba y dolor, ella ha sido invocada por tantos mártires que, a la voz de «viva Cristo Rey y María de Guadalupe», han dado testimonio inquebrantable de fidelidad al Evangelio y entrega a la Iglesia.
Por la tarde del mismo domingo ha exhortado a los Obispos de América Latina, reunidos para las Vísperas en la Catedral de Léon, a ser portadores de esperanza para sus pueblos heridos por la criminalidad, la violencia y la injusticia. Les ha pedido:
Estén del lado de quienes son marginados por la fuerza, el poder o una riqueza que ignora a quienes carecen de casi todo. La Iglesia no puede separar la alabanza de Dios del servicio a los hombres. El único Dios Padre y Creador es el que nos ha constituido hermanos: ser hombre es ser hermano y guardián del prójimo.