Hoy hacemos memoria de los Siervos de Dios P. Manuel Casals y compañeros, mártires de la comunidad de Sabadell (Barcelona – España). De los once misioneros que constituían la comunidad claretiana de Sabadell, siete de ellos fueron mártires en el verano de 1936. Se trata del grupo formado por el P. Mateo Casals, superior de la comunidad, los PP. José Puig, José Reixac, Juan Torrents, y los Hnos. José Clavería, Juan Rafí, José Solé y José Cardona. Murieron como mártires, en solitario, los PP. José Reixac y Juan Torrents.
Aparte de los que fueron martirizados solos, el resto fueron detenidos en el mismo día en sus diversos alojamientos y conducidos a una pequeña prisión donde mantuvieron un ritmo de vida comunitaria muy parecida al acostumbrado. Al anochecer del día 4 de septiembre de 1936 unos catorce hombres armados interrumpieron con alboroto en la prisión y fueron llamando uno por uno a todos los prisioneros. Al amanecer del día 5 yacían por las carreteras los restos de aquellos misioneros junto con algunos otros en un total de diecisiete cadáveres. Fueron mártires en el silencio, la fidelidad, la fraternidad, la oración incesante y la paz de los que mueren en el Señor.
Por su parte, el P. José Reixach, tras la dispersión de la comunidad, fue detenido en la casa donde se alojaba. En la misma calle fue malherido por disparos de armas de fuego, sin llegar a morir. Al cabo de unas horas, arrastrándose y tapando con una mano sus graves heridas, llegó a la Casa de la Caridad. Llamaron a la Cruz Roja y con ella acudió el alcalde de la ciudad junto con el juez y algunos milicianos armados. Al verlos, el anciano P. Reixach exclamó: «Si sois vosotros quienes me habéis disparado los tiros, os perdono de corazón. Quiero morir como Jesús, que también perdonó a los que le acababan de crucificar». Pasadas unas horas expiró dejando entre los que lo asistían la impresión de ver morir a un santo.
El P. Juan Torrents, anciano y casi ciego, tuvo que ir cambiando de alojamiento durante casi un año entre 1936 y 1937, con la inseguridad y el dolor que se puede suponer. Su mayor consuelo fue el rosario que jamás dejó de rezar en número de cincuenta, ochenta y hasta de cien partes en un día. Permaneció oculto y desapercibido hasta que el 13 de febrero de 1937 sobrevino el primer bombardeo de Barcelona. En el refugio de la casa donde permanecía alguien advirtió su presencia y a los tres días fue apresado. En el primer interrogatorio que se le hizo tuvo que oír: «Éste es uno de los escapados del Padre Claret», a lo que el P. Torrents asintió con un leve movimiento de cabeza. Inmediatamente ingresó en la prisión de San Elías de donde salió el 17 de marzo de 1937 camino del martirio.
Todos ellos entregaron su vida como mártires en silencio, en fidelidad, en fraternidad, en oración incesante: la paz de los que mueren en el Señor.