Nació el P. José María Ruiz en Jerez de los Caballeros, provincia de Badajoz (España), el día 3 de septiembre de 1906. Hizo su primera profesión en su pueblo natal, el 15 de agosto de 1924. Profesó perpetuamente en Zafra el 23 de octubre de 1927. En Zafra (Badajoz) realizó sus estudios sacerdotales y fue ordenado sacerdote el año 1932. Nada más ser ordenado presbítero, el P. Ruiz fue destinado por sus superiores a Sigüenza (Guadalajara) como Prefecto de postulantes. A su formación se entregó en cuerpo y alma hasta el final, hasta derramar su sangre por sus formandos.
Desde julio de 1936 la Guerra Civil se extendió imparable por toda España y Sigüenza no fue una excepción. Alboreaba el día 25 de julio. Los milicianos visitaron por tercera vez Sigüenza, comenzando a hostigar a todos los representantes de la derecha política y del clero secular y religioso. Apresaron y llevaron a declarar al Obispo y a alguno de los Misioneros Claretianos.
Al Palacio de Infantes, donde estaba establecido el Postulantado Menor, llegaron noticias de estos desórdenes. Al frente del mismo estaba el P. José María Ruiz. Reunió a los postulantes y les explicó la situación. Las circunstancias exigían la dispersión hacia lugares más seguros. Les dio algunos consejos de cómo debían comportarse allí donde fueren: nunca deberían traicionar al Señor ni a la Virgen, nuestra Madre; deberían estar dispuestos a dar su vida si fuera necesario. Él mismo ofreció su vida por ellos, ante la Virgen, con estas palabras: «Si queréis, Madre, una víctima, aquí me tenéis; escogedme a mí; pero no permitáis que suceda nada a estos inocentes que no han hecho mal a nadie».
Los postulantes se dividieron en varios grupos. Los más pequeños se dirigieron a Guijosa, un pueblecito cerca de Sigüenza. En la Eucaristía de la mañana del 26 de julio, el P. Ruiz renovó la entrega sacrificial que había hecho en Sigüenza antes de la dispersión: «Si queréis una víctima aquí me tenéis, Señor».
El día 27 de julio, un grupo de milicianos se acercó desde Sigüenza a Guijosa y llevó preso al P. Ruiz, a la vista de los inocentes postulantes. Lo cachearon, se burlaron de él y el P. Ruiz cayó de rodillas exclamando: «Virgen del Carmen, yo os ofrezco mi vida por la salvación de España». El camión arrancó camino de Sigüenza. Al pasar por la falda del monte Otero se detuvo. Hicieron bajar al P. Ruiz y allí mismo, cerca de la carretera, inmolaron al pastor que ofreció su vida por sus tiernas ovejas.
Los postulantes que habían quedado en Guijosa fueron trasladados de nuevo a Sigüenza por orden de los milicianos. Al pasar cerca del Otero vieron el cuerpo de un hombre que parecía dormido. Pero agudizando su vista y ya más cerca, todos reconocieron el cuerpo del P. Ruiz que había dado la vida por ellos, como Jesús.