Nació el día 26 de mayo de 1875 en Garcillán (Segovia – España) de una modesta familia de labradores. El 25 de septiembre de 1889 ingresó en el seminario claretiano de Segovia. Aquí estuvo un año estudiando Analogía. Al año siguiente marchó a Barbastro para estudiar Retórica. En los primeros días de julio de 1891 pasó al Noviciado de Cervera. Ese noviciado estuvo formado por 3 novicios-sacerdotes, 75 estudiantes y 34 hermanos. Profesó el 25 de julio de 1892 y permaneció en Cervera (Lérida – España) donde hizo la Filosofía (1892-1895) y los dos primeros años (1895-1897) de Teología dogmática. En verano de este último año pasó a Santo Domingo de la Calzada (La Rioja – España), donde terminó la carrera sacerdotal estudiando Moral y Derecho (1898-1900). Fue ordenado sacerdote el 13 de mayo de 1900. Inmediatamente fue destinado a Roma. Allí comenzó los estudios de Derecho Canónico y Civil (cursos 1900-1903) en el Pontificio Seminario Romano.
En el curso 1907-1908 el P. Maroto inició su carrera como profesor universitario con la cátedra de Instituciones Canónicas. Fue Procurador, Postulador y Consultor General posteriormente. Fue elegido Superior General el 23 de abril de 1934 en el XIII Capítulo General. Era conocidísimo en Roma por sus dotes espirituales e intelectuales. Su aptitud para el derecho era excepcional. Se le conocía de tal forma, que en ocasiones se llegó a llamar a los claretianos marotinos.
Dado el poco tiempo que estuvo de Superior General, no pudo escribir muchas circulares. En su magisterio insiste, sobre todo, en la misión universal de la Congregación y en la formación seria y responsable para la misma. También pide que se favorezca el espíritu misionero universal en los colegios con todos los medios posibles Por otra parte, fue muy eficiente para poner en práctica lo decidido en el Capítulo General (1934) que lo eligió. Entre otras cosas, la puesta en marcha del Colegio Internacional de Roma en el curso 1934-1935 y el traslado de la Curia Generalicia a Roma, en Vía Giulia.
Lo más importante de esta época, y lo que habría de influir en el rápido deterioro del P. Maroto, fueron los acontecimientos de la Guerra Civil española (1936-1939). Se paralizó todo ministerio, muriendo 271 profesos entre Padres, Hermanos y Estudiantes, además de otras muchas pérdidas materiales. De todas formas, esta pérdida dolorosa se convertiría en gloria para la Congregación, que ya podía contar en su seno con numerosos mártires. Falleció inesperadamente, abatido por los sufrimientos padecidos por los sucesos de España, de un ataque cerebral el 11 de julio de 1937.