29 de Abril – Santa Catalina de Siena, Compatrona

Nació en Siena (Italia) el 25 de marzo de 1347. Conocemos su vida por su confesor, Raimundo de Capua, quien llegó a ser maestro general de la Orden de Predicadores. De niña tuvo una primera experiencia espiritual que la orientó definitivamente hacia Dios, abrazando la virginidad.

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A pesar de resistencias, a sus diecisiete años ingresa entre las hermanas de la Penitencia de Santo Domingo. Con ellas desarrolló una extraordinaria actividad espiritual y benéfica al servicio de enfermos y pobres, a pesar de muchas luchas y tentaciones, soportadas y vencidas gracias a su intensa vida espiritual.

Muy pronto fue autorizada a atender a muchas personas que acudí­an a buscar su consejo. Fueron los albores de una fecunda maternidad espiritual que se consolidarí­a posteriormente. Y con ello empezó para esta frágil joven una intensa actividad de apostolado, de acción polí­tica y diplomática en favor de la Iglesia que le exigirí­a una admirable intensidad de vida interior. En una situación crí­tica, y movida por su ardiente amor a la Iglesia, Catalina emprendió en 1376 su famoso viaje a la corte pontificia de Aviñón, convencida de la urgente necesidad del regreso del Papa a Roma. Tras haberle dirigido diversas cartas, acudió a encontrarse personalmente con él. Su empeño consiguió que Gregorio XI volviera a Roma el 13 de septiembre de aquel mismo año.

Mujer de fuerte personalidad, movida por su gran amor a Dios y al prójimo, promovió la paz y la concordia entre ciudades y defendió valientemente los derechos y la libertad del Papa, favoreciendo la renovación cristiana y religiosa. Llevó una vida mí­stica extraordinaria y sirvió fielmente a la Iglesia en una época crí­tica. También fue autora del libro titulado Diálogo sobre la Providencia, leí­do por el P. Claret.

Murió el 29 de abril de 1380, a la edad de 33 años. Sepultada en Roma, en la Basí­lica de Santa Marí­a sopra Minerva, fue canonizada por el Papa Pí­o II en 1461. Santa Catalina es una de las tres doctoras de la Iglesia, junto a santa Teresa de Jesús y santa Teresa del Niño Jesús, a pesar de que nunca tuvo una preparación académica formal.

Ya desde su juventud, nuestro P. Fundador profesó una profunda devoción a santa Catalina de Siena por su condición de seglar consagrada, por su elevada vida mí­stica, por su amor a la Iglesia y al Papa y su empeño apostólico en favor de ella y de los pecadores. Aparece citada en varios lugares de la Autobiografí­a y en la biblioteca personal del P. Claret se conservan varios volúmenes de su vida y obras. Y la escogió como compatrona de la Congregación.