25 de Febrero – Beatificación del P. Fundador

La celebración de la beatificación fue una fiesta grande para toda la Congregación que pudo sentirse representada en la Basílica de San Pedro con la presencia de todos los miembros del XIII Capítulo General, que en breve iba a comenzar.

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De hecho, la beatificación del P. Fundador fue un momento de gracia que dinamizó la vida de los misioneros esparcidos por el mundo entero. El camino de seguimiento de Jesús como misioneros al estilo de Claret quedaba ratificado oficialmente por la Iglesia como un camino de santificación auténtico y fecundo. La luz de este acontecimiento iluminó dicho Capítulo General que se inauguró el 15 de marzo de 1934.

El 25 de febrero de 1934 el Papa Pío XI beatificó a nuestro P. Fundador. Fue presentado públicamente a la Iglesia y al mundo como un hombre que vivió en plenitud su vocación cristiana de misionero apostólico y a partir de ese momento se podía contar con él como intercesor y estímulo para vivir la santidad cristiana. El nuevo Beato experimentó con fuerza, en su vida, el amor de Dios y descubrió en su Palabra una llamada irresistible que le mostró el sentido de su vida y de su identidad como misionero apostólico; dejándolo todo recorrió el camino de configuración con Jesús misionero como sacerdote, fundador, obispo, confesor, perseguido, etc. Su vida fue una historia de servicio a la Palabra como profeta que entrega la vida por amor. Para la Familia Claretiana celebrar esta fecha es una buena oportunidad para recordar que todos, como él, estamos llamados a seguir a Jesús misionero de una forma total, íntegra y apasionada.

Después de haber recordado este acontecimiento familiar tan significativo, acojamos las palabras del Papa Pío XI en la audiencia previa al XIII Capítulo General, celebrado a los veinte días de la beatificación del P. Fundador: «…el inminente Capítulo General, que no puede menos de ser, como saben bien los religiosos en cuyas venas circula la sangre misionera de su santo Patriarca, un nuevo punto de partida; porque por mucho que pueda Dios complacerse y agradecer lo pasado, siempre queda por hacer, siempre más, siempre mejor…». Nos toca continuar esta historia, cuya raíz es santa.