Esteban Sala y Masnou nació el 28 de mayo de 1812 en la casa de campo Sala, perteneciente a la parroquia de San Martín de Sescors (Barcelona – España). Su padre enviudó de la primera esposa, con quien tuvo tres hijos. Esteban, fruto del segundo matrimonio, fue el quinto de seis hermanos, de los cuales, tres fueron religiosos, uno claretiano y los otros dos benedictinos.
Uno de estos hermanos religiosos fue el P. Bernardo, quien, por razones de la exclaustración de los religiosos en España, tuvo que retirarse de su monasterio y se integró en la vida de nuestra naciente Congregación durante 26 años, hasta que, en 1875, retornó al monasterio benedictino de Monserrat.
El 1 de marzo de 1843, a los treinta y cuatro años de edad, el P. Claret comenzó su intensa actividad misionera por toda Cataluña: viviendo en pobreza suma, viajando a pie, arrastrando multitudes inmensas que acudían de todas partes a oír su palabra evangélica sencilla y penetrante. Trabajaba desde las cuatro de la mañana sin descanso ni fatiga. Las conversiones eran innumerables. En julio del mismo año, a solicitud del clero, que había quedado impactado de su ardor misionero, el P. Claret dirigió, por primera vez, en Capdevánol, ejercicios espirituales para sacerdotes. Ante el éxito de esta experiencia, a continuación dio otra tanda en Gombrén, donde participaron varios sacerdotes de la zona, entre ellos el P. Esteban Sala. Allí conoció al ya famoso misionero de Cataluña.
A partir de este encuentro iluminador de su vida, el P. Esteban Sala tuvo una fuerte experiencia de Dios, que le hizo sentirse llamado a dedicar completamente su vida a las misiones. Dejó atrás su prometedora y exitosa carrera eclesiástica, iniciada con su ordenación sacerdotal para abrir las puertas a un nuevo estilo de vida: anunciar la Palabra del Señor con fuego apostólico y libertad misionera. Sus muchos dones como orador sagrado se pusieron al servicio de las predicaciones misioneras realizadas en los diferentes pueblos de Cataluña; acompañó al P. Claret en varias de sus campañas apostólicas.
El 18 de abril recordamos que, en 1858, a los 45 años de edad, el P. Esteban Sala fue llamado, en Barcelona, a la casa del Padre. Hacer memoria de este hermano nuestro es retornar a nuestros orígenes familiares. Fue el primero con quien el P. Fundador contó para comenzar la grande obra de la Congregación y a quien le encargó su dirección cuando tuvo que partir como Arzobispo de Santiago de Cuba. Durante diez años sirvió a la Congregación como Superior General y se dedicó a mantener vivo el espíritu misionero que animó al P. Fundador. Su vida nos anima a ahondar nuestra identificación misionera y nuestra pertenencia congregacional.