Madrid, España. Madrid, España. El 14 de diciembre marca la meta de llegada de la Fragua-24. Hemos cumplido 75 días y la experiencia toca ya a su fin. Mientras ultimamos los preparativos para el regreso a nuestros Organismo de origen, nos asomamos a estas páginas para dar cumplida noticia de nuestra despedida.
Regresamos satisfechos de la experiencia y agradecidos por todo lo recibido. Más allá del método, que siempre es perfectible, y del aprovechamiento, que puede ser evaluado desde diversas perspectivas, lo importante es rescatar la sustancia. Escuchándonos en los balances finales, no nos da la impresión de haber malgastado el tiempo y el dinero. Ni muchísimo menos. Resulta sorprendente que, en medio de un grupo de 17 claretianos tan diferentes, hayamos sido capaces de recorrer juntos un sugestivo proyecto de crecimiento y renovación.
- Un camino cuidado de fe, oración y celebración, que da razón de lo que realmente mueve nuestras vidas.
- Una experiencia de comunión interpersonal, congregacional y eclesial, que ha nutrido algo mucho más profundo que la convergencia ideológica o las tradiciones compartidas.
- Un ejercicio de escucha, diálogo, discernimiento y decisión, que ha promovido en nosotros los procesos de transformación urgidos desde nuestro último Capítulo General.
Al terminar, hemos tenido también la suerte de poder acoger entre nosotros al P. Mathew Vattamattan, nuestro Superior mayor. Hizo marquetería fina a la hora de componer su agenda, compromisos y viajes para acompañarnos en los momentos finales de la Fragua. A él, y en su persona a toda la Congregación, incluidos los Organismos y Gobiernos respectivos -especialmente al de Santiago, Provincia que nos acoge-, agradecemos vivamente el regalo que se nos ha ofrecido por hacer posible que participemos en esta edición de la Fragua-24. Palpamos que “el Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres” (Sal 125) por avanzar en nuestra renovación como claretianos y como personas.
Al final, queremos ponernos bajo el amparo del Corazón de María. Ella, por su obediencia de fe, engendró la Palabra en su corazón, la siga engendrando en nosotros y, a través de nuestro ministerio, en otros muchos hombres y mujeres. Que sigamos mirándonos en el espejo de San Antonio María Claret y solicitando su intercesión.
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