México. Hoy, día 1 de abril, nuestro segundo día, le dimos la bienvenida al sol mexicano con una oración dirigida por Centro América, Argentina, Uruguay y Paraguay, e inspirada en el pasaje bíblico de los discípulos de Emaús, para reflexionar sobre nuestro caminar en la realidad de nuestra América latina y descubrir en medio de ella las lucecitas del Resucitado. Concluida la oración nos dispusimos desayunar sin que faltara en la mesa el “pique mejicano” y los muy recomendados frijoles, que nos dieron la energía para enfrentarnos con la dura realidad de nuestro continente, iluminada por la exposición de P. Enrique Marroquín CMF, aunque al principio nos asustamos cuando vimos el listado de temas a tratar, pues parecía el índice de un libro, nos dimos cuenta que era para ayudarnos a hacer un rastreo integral de nuestra realidad y resaltar aquello que veríamos más importante.
Sin duda salieron a flote aquellos problemas de la mala distribución de la riqueza, la privatización de los servicios públicos, la migración, el deterioro ecológico a causa de la sobre explotación y el arranque de los tratados de libre comercio. A nivel político fue patente la creciente desconfianza a lo que huela a política, las instituciones, el pragmatismo social, un cierto desencanto por las políticas de izquierda que en muchos casos no tienen un horizonte claro, la violencia social y en cierta forma el declive de la influencia y el interés que se le concedía a Norteamérica.
Frente a lo cultural se habló sobre el fenómeno de la globalización que desintegra y homogeniza culturas, así como también se hizo referencia a la fragmentación cultural, el acelere constante en los cambios culturales, las nuevas relaciones entre géneros, las formas de resistencia de los movimientos sociales indígenas, la reindigenización tipo New Age. Por último, sobre la religión se dialogó del anacronismo de la Iglesia frente al cambio de época, el olvido de la acogida fraterna y evangélica, el sin sentido de la vida, el mucho activismo y poca profundidad, el deseo de retornar a lo seguro y no arriesgarnos al profetismo y la renuncia, y el no poder hacer llegar nuestro mensaje al corazón de la persona sino que se queda en el ámbito general, entre otras cosas.
Todo lo anterior quiso dejarnos los ánimos un poco bajos, y aunque hubo tequila en la mesa para subirlos, empezamos a nombrar signos de vida y esperanza, como la riqueza que tenemos en interpretar la Biblia y el misterio divino desde la realidad que nos circunda, y que deseamos transformarla, la ayuda que nos brinda los laicos misioneros, los ejemplos de resistencia y valor de muchos sectores y minorías sociales, entre otros puntos.
Fue un día de bastante trabajo y en cierta forma de muchas preguntas y desafíos a los cuales estamos llamados a dar una respuesta acorde a nuestra misión evangelizadora, pero para no quedarnos en la desazón fuimos invitados a celebrar con esperanza la Eucaristía donde celebramos de nuevo la vida, esta vez en la persona del P. Joaquín Medina