México. Nos reunimos a las nueve de la mañana del día 31 de marzo para dar inicio a nuestra Asamblea donde maravillosamente nos hicimos presentes todos los organismos y las misiones que integran CICLA. Comenzamos con una breve oración dirigida por el P. Agustín Monroy en torno al “Quid Prodest” Claretiano y de aquí a nuestra tarea misionera y evangelizadora en nuestro continente. Posteriormente nos presentamos algunos de manera muy formal y otros de forma jocosa pero todos contribuyendo al
espíritu fraterno que empezábamos a vivir en este encuentro.
En otro momento seguido leímos los estatutos de CICLA respecto a la Asamblea para dar paso a la configuración de la agenda que marcará el ritmo de estos días de encuentro. Paso seguido, se leyeron los mensajes provenientes del gobierno general los cuales nos animaban a seguir adelante con nuestra vida y misión en América Latina y el Caribe.
Recogiendo las sugerencias de la asamblea anterior celebrada en Luján – Argentina, dedicamos el resto del día a vivir un Retiro, dirigido por el P. Agustín Cabré, que eleve, alimente nuestro espíritu misionero y abra nuestros ojos y nuestro corazón a las realidades que vivimos en la actualidad, todo esto enfocado hacia el servicio, el discernimiento personal y comunitario en el ejercicio del ministerio del gobierno, ilustrándonos con la figura del Papa Juan XXIII. En horas de la tarde la reflexión se iluminó desde el documento de Aparecida donde se retomaba lo afirmado por Medellín y Pueblo en cuanto a la opción fundamental por los pobres, el apoyo a las comunidades Eclesiales de Base y el sentido crítico y misionero que nuestra Iglesia debe tener. Se terminó la reflexión haciendo memoria al talante misionero y al desprendimiento de los primeros claretianos que incursionaron en nuestra América.
Para cerrar el día con broche de oro celebramos la Eucaristía, iluminada desde el misterio pascual y la anunciación, colocando en manos de Dios los desafíos y los signos de vida de cada uno de nuestros países, así mismo dimos gracias por el don de la vida de Álvaro Arias, de la delegación de Venezuela.
