Anuncio de la Celebración del XXVI Capítulo General

Jun 1, 2020 | Mathew Vattamattam, Tablero, XXVI Capítulo General

Queridos hermanos:

En esta fiesta de Pentecostés, hemos comenzado la preparación remota de cara al próximo XXVI Capítulo General que se celebrará el próximo año en los meses de agosto – septiembre. Hemos elegido este día con el deseo de abrirnos al Espíritu Santo que es la fuente del carisma de nuestra Congregación y de nuestra propia vocación misionera.

Un Capítulo General es un acontecimiento de Pentecostés en la vida de la Congregación. El protagonista de la renovación y la regeneración de la Congregación es el Espíritu de Cristo. Queremos invitar al Espíritu Santo a que habite en nosotros y nos guíe y conduzca hacia nuestro futuro.

Pensando en el siguiente Capítulo General, fuimos invitados por el último Capítulo General a explorar nuevas formas y medios para organizar y celebrar asambleas y Capítulos en nuestra Congregación. En la reunión con los Superiores Mayores en Talagante, Chile, compartimos entre nosotros y decidimos que necesitamos un enfoque sinodal de nuestro Capítulo que os involucre a todos vosotros, a todos los miembros. Porque cada uno de los miembros tiene cosas valiosas en su corazón, experiencias ricas para que la Congregación, que está presente en las periferias, comience su reflexión desde las periferias para enriquecer el evento del Capítulo. De este modo pensamos en un enfoque narrativo apreciativo por medio de reuniones sinodales que se celebrarán en diferentes partes de la Congregación.

Así que, queridos hermanos, lo primero que os pido es que os abráis al Espíritu y escuchéis atentamente la voz del Espíritu que habla de múltiples maneras: en vuestro corazón en el silencio de la oración, en la Palabra de Dios, en la voz de nuestros hermanos de comunidad, de nuestros colaboradores, de los pobres, de las personas a las que servimos e incluso de los que nos critican y nos confrontan.

Tenemos un hermoso carisma y este carisma está más allá de nosotros. Y si lo reducimos a nuestra medida, domesticaremos nuestro carisma y lo embotellaremos de tal manera que podamos manejarlo. Eso sería reducirlo de la altura a la que estamos invitados a través de nuestro carisma para soñar con Jesús y con la Iglesia en favor de lo que Dios tiene reservado para la humanidad. Por lo tanto, con nuestras pequeñas medidas, no cortaremos la fuerza de nuestro carisma, sino que nos abriremos a su altura abriéndonos interiormente a las sorpresas del Espíritu Santo.

Recuerdo un pequeño acontecimiento cuando era formador de novicios. Dos de los novicios encontraron dos crías de loro en el campo. Posiblemente el nido se cayó y fueron abandonados. Pidieron permiso para cuidarlos. Acepté que los cuidaran para que, cuando crecieran y estuvieran listos, se les dejara volar. Después de dos semanas, un novicio me vino a contar que no podía cuidar al loro mientras estaba volando. No podía atrapar y alimentar al pájaro. Le dije: debe estar listo y, por lo tanto, déjalo volar.

Pregunté por el otro loro y el novicio me trajo el loro totalmente controlado. Había cortado las alas del loro. Me sorprendió y le pregunté qué había pasado. Me dijo que estaba volando y que no podía controlarlo. Así que lo agarró y le cortó las alas, y entonces sí podía manejarlo. Y el loro solamente saltaba. Así que busquemos un enfoque que aproveche los talentos, las capacidades y los aspectos positivos que están presentes en nosotros. Todo ello es el activo dado por Dios y está ahí porque Dios quiere que creemos algo mejor.

Si medimos el carisma con nuestros propios estándares, podríamos estar recortando su posibilidad y no viendo el horizonte al que nuestro carisma nos invita a soñar con Jesús y a participar en un futuro que está esperando nacer.

A veces la gente puede preguntar que esto puede ser utópico y fuera de nuestro alcance, diferente de la realidad que vivimos. Pensemos en una comunidad donde hay tensiones y conflictos que erosionan nuestra vitalidad apostólica. Uno puede sentirse desanimado y pensar que esto es lo que vemos en la vida religiosa. Al igual que algunas personas definen a la iglesia por los escándalos de algunos de los clérigos. Pero esa no es la Iglesia. Tampoco nuestra Congregación puede ser medida por nuestros fallos humanos. Debe ser medida por las posibilidades, los dones y talentos que Dios nos ha dado, y con los cuales es posible crear una mejor comunidad. Así que nuestros dolores y luchas no están fuera de lugar. Son parte de ello precisamente como una posibilidad de ir más allá.

Se dice que, para alguien que está encerrado en una prisión, la prisión puede ser un hogar a menos que vea la libertad fuera. En este Capítulo, os invito a ver el potencial que nuestro carisma da y a caminar por la vereda que el Espíritu Santo quiere que caminemos.

Cuando el Gobierno General trató de ver cuáles son las nuevas formas de organizar los capítulos, la tentación fue formar una comisión de expertos de nuestros Institutos de Vida Consagrada para estudiar los pros y los contras de las prácticas existentes, y dar un informe con sus sugerencias. Entonces se nos ocurrió que deberíamos ser el cambio que queremos que ocurra. Por lo tanto, miramos nuestro propio funcionamiento como Gobierno General y asumimos un enfoque sinodal. Exploramos juntos las mejores prácticas en otras congregaciones e invitamos a algún superior general a hablarnos de su experiencia y a probarla en nuestros propios círculos. Algunos de nosotros participamos en talleres que preparaban a la gente para nuevas formas de manejar las reuniones. Lo intentamos en nuestras asambleas continentales. También habéis visto que comprometer a la gente, pedir contribuciones a cada uno y juntos construir algo es mucho mejor que desde el Gobierno General se nos diga lo que debemos hacer. También nos da la sensación de que todos nosotros, junto con el Espíritu Santo, somos el sujeto de nuestro itinerario hacia adelante.

Así que pensamos en un nuevo paradigma para nuestro Capítulo. Es nuevo porque no estamos acostumbrados, pero es tan viejo como el tiempo de Jesús. Jesús comprometió a sus discípulos y a sus oyentes a través de preguntas generativas. Pensemos en las preguntas que Jesús hizo, «¿Qué es lo que buscáis?» esta pregunta penetra profundamente en nuestros corazones y nos invita a explorar preguntas más profundas que no nos hacemos: «¿Cuál es el propósito de nuestra vida?», «¿Por qué estamos aquí?» Todo ello está detrás de muchos de nuestros anhelos y búsquedas.

Jesús hizo otra pregunta: «¿quién decís que soy yo?» E invitó a sus discípulos a tomar una posición y a ir más allá de lo que decían los demás para comprometerse con Él.

Otra pregunta: «¿Vosotros también queréis marcharos?» (en el capítulo 6 de Juan). Otras preguntas, «¿por qué dudáis?» Jesús involucra a otros en las conversaciones, hace preguntas generativas que permiten a una persona abierta sacar algo bello de su tesoro interior. A través del método apreciativo y narrativo pensamos en involucrar a nuestros hermanos en reuniones sinodales a diferentes niveles. Comunidades, zonas, nivel provincial y nivel de continentes o conferencias. De tal modo que aprovechemos la sabiduría que hay en cada uno de nosotros y hagamos una búsqueda colectiva de lo que el Señor nos pide en nuestro tiempo.

No hay una prescripción exacta. No es una técnica o un método. Es, más bien, un acercamiento, una manera de seguir a Jesús y de hacer el camino al andar. Os invito a ese tipo de camino, de apertura al Espíritu, de apertura a nuestros hermanos, y a atrevernos a ofrecer nuestro tesoro a la Congregación y a escuchar atentamente a nuestros hermanos.

Al principio de mi carta de anuncio, hice una pregunta: ¿cuán valiosa es vuestra experiencia para el 26º Capítulo General? Se os pidió tomar una postura ante el Capítulo General, y a definir vuestra propia responsabilidad en el mismo. Podemos pensar que el Capítulo General es responsabilidad del Gobierno General, ya que es un Capítulo General, y de los Provinciales y delegados capitulares. Uno puede tomar una posición de observador mirando lo que sucede. Eso no nos convertirá en una Congregación en la que todo el mundo tiene una responsabilidad en ello. Todos participan con sus riquezas y recursos. Necesitamos una participación activa porque uno asume la responsabilidad de la Congregación. La irresponsabilidad es abdicar de la propia capacidad de respuesta de los dones y así deshonrar los dones que Dios ha dado y nuestra propia vocación. Cada misionero claretiano cuenta. Todo lo que Dios le ha dado cuenta. Es el todo junto lo que nos hace una pequeña, hermosa y misionera Congregación en la Iglesia.

Así que, queridos hermanos, hagamos de este Capítulo General un itinerario en el que hagamos el camino caminando con el Espíritu de Cristo junto con nuestros hermanos, escuchando, compartiendo nuestros dones. La misma preparación del Capítulo General será una forma de renovarnos a nosotros mismos, en lugar de que el Capítulo tome decisiones para estar mejor después. No busquemos que ese tipo de milagro suceda desde arriba. Es la forma en la que preparamos el Capítulo lo que nos renueva. Así que, bienvenidos a este hermoso camino que exploraremos juntos.

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