“Mas así yo me ato y concreto en un solo arzobispado, cuando mi espíritu es para todo el mundo: ni aun en ese punto pequeño del globo podré predicar tanto como quisiera, porque he visto con mis propios ojos los muchos negocios a que tiene que atender un Arzobispo. Me parece que lo más acertado sería que se eligiese otro y, si quiere que vaya allá y aun con otros compañeros a misionar por una temporada, iremos”.Carta al Nuncio Apostólico, 12 de agosto de 1849; EC I, p. 305s
PARA TODO EL MUNDO
Claret formula una de sus objeciones a su nombramiento de arzobispo con una de sus frases más características: “Mi espíritu es para todo el mundo”. Un verdadero discípulo de Jesús debe tener un corazón abierto al mundo. Jesucristo, el misionero del Padre, abrazó a todos desde la cruz y ofreció la salvación gratuita al universo.
Claret tuvo un corazón amplio, que deseaba ofrecer a todos los pueblos de la tierra el disfrute pleno de esa salvación. El deseaba correr, correr y correr a todas partes, alertando a todos los que se encontrasen en camino de perdición. Le movía a ello una inmensa compasión. El corazón del misionero es así: compasivo y omniabarcante.
El evangelizador a zaga de la huella de Jesús no podrá estar simultáneamente en todas partes, pero su Espíritu le mantendrá abierto a la universalidad. Esto en la época de Claret no era tan fácil como ahora, cuando las noticias de cualquier rincón del planeta nos llegan en tiempo real, lo bueno y lo mal, para alegrarnos o llorar con cuantos se alegran o lloran. Antes que los medios de comunicación derribasen los muros del mundo, ya lo había hecho el corazón inmenso de los evangelizadores.
Posiblemente uno de los medios para alcanzar esta comunión cósmica puede ser la meditación de estilo oriental. Al concentrarnos en la respiración, evitando todo pensamiento, descubrimos que nuestra conciencia se expande hasta abrazar todo el cosmos. Entonces enviamos nuestras vibraciones afectuosas y compasivas a todas las naciones y razas, a los elementos animados e inanimados que integran el mundo creado.
Pero esa rica experiencia humana es todavía fecundada por la fe cristiana y el espíritu apostólico. Nuestro corazón se dilata según el ejemplo del corazón de Cristo y de la sensibilidad universalista de Claret. ¿Es así de amplio tu corazón? ¿abres tus brazos acogedores a cuanto existe y cuantos existen?