Perú. Luis Ángel Maguiña, 35 años de vida, aún no había cumplido siete años de sacerdote claretiano, era director del Colegio Claretiano de Huancayo, y Joel Ayaipoma Ñañez, 25 años, profesor en el mismo Colegio, han pasado de los peligrosos riscos de los Andes a la Casa del buen Padre Dios. Es el riesgo permanente de los misioneros que tienen que atravesar multitud de veces la peligrosa carretera que une Huancayo con la capital, Lima. La nieve, unas veces, la lluvia y la niebla, otras, exigen una dosis de intrepidez que estos dos „misioneros“, no sé si por su condición de jóvenes o de misioneros al estilo de Claret a quien nada arredraba, no se lo piensan dos veces para ponerse en carretera.
Era el día 23 de octubre, hacia las 11,30 de la mañana, la lluvia intensa y la niebla de la montaña, a unos 3 mil m. de altitud, en el kilómetro 120 de la Carretera Central, en Casapalca, un error de centímetros por la mala visibilidad y la dificultad de frenaren la lluvia hacen a los dos ocupantes saltar en coche al vacío una pendiente de unos 300 m. En unos segundos quedan los cuerpos en el fondo: el P. Luis A. Maguiña, y el Sr. Joel Ayaipoma. Dos proyectos de vida que sólo completarán en la eternidad.
En la víspera de la doble celebración solemne: fiesta del Fundador de la Congregación, San Antonio María Claret, y primer centenario de la presencia claretiana en Perú. En Lima les esperaban inútilmente mientras ellos se habían adelantado a la fiesta en una pascua que a nuestra vista era prematura y, por tanto, dolorosa, muy dolorosa para la comunidad claretiana, los profesores, los alumnos y sus familias, para toda la población que tanto les apreciaba. Les tenemos muy presentes, por ellos elevamos nuestra oración y acogemos esta prueba con la esperanza que nace de nuestra fe en Jesús resucitado. No les hemos perdido, siguen con nosotros de otro modo. (En cabecera, foto del P. Maguiña).