Roma. Domingo segundo de Pascua o de la Divina Misericordia, frente a una Plaza de San Pedro y calles adyacentes colmadas por una multitud de peregrinos, S.S. Benedicto XVI ha proclamado Beato al Siervo de Dios Juan Pablo II.
La celebración central, fue precedida por una vigilia de oración realizada en el “Circo Massimo” trasmitda por los medios, en directa a todo el mundo.
Durante la homilía de la celebración eucarística en la que promulgó el decreto de beatificación, el Papa Benedicto XVI ha resaltado las virtudes vividas en grado heroico por Juan Pablo II. Entre otros puntos de su homilía, dijo el Papa actual:
“Con su testimonio de fe, de amor y de valor apostólico, acompañado de una gran humanidad, este hijo ejemplar de la Nación polaca ayudó a los cristianos de todo el mundo a no tener miedo de llamarse cristianos, de pertenecer a la Iglesia, de hablar del Evangelio. En una palabra: ayudó a no tener miedo de la verdad, porque la verdad es garantía de libertad. Más en síntesis todavía: nos devolvió la fuerza de creer en Cristo, porque Cristo es Redemptor hominis, Redentor del hombre...”
Varios claretianos se han hecho presentes en el magno acontecimiento. Entre ellos destacaba el Cardenal José Sariva Martins CMF y algunos hermanos nuestros que sirven como obispos a diversas Iglesias locales.
Con ellos y con todos los que siguieron la trasmisión del evento desde sus puestos de servicio misionero recordamos el aprecio que el, ahora declarado Beato, demostró por la vida y misión de nuestra congregación. Basten, a manera de ejemplo, estas palabras:
Amados hermanos: sed siempre fieles al carisma claretiano y leales continuadores de los genuinos valores de vuestra Congregación. Con la confianza puesta en Dios, mirad esperanzados hacia el futuro. Con San Pablo os exhorto a poner vuestros ojos no en las cosas temporales, sino en las eternas (cf II Cor 4, 18) (…) Viviendo el misterio de Cristo en su dimensión eclesial encontraréis el sentido auténtico a la vida comunitaria, y vuestra acción apostólica y misionera (Mensaje al XX Capítulo General de la Congregación, Roma, 1985).