(Fiesta del Inmaculado Corazón de María – 1 de Julio de 2019)
Queridos hermanos:
¡Feliz Fiesta de nuestra Bienaventurada Madre! Durante esta fiesta de familia, os invito a contemplar juntos el Corazón de nuestra Santísima Madre como Hijos de su Corazón. Un Misionero Claretiano solamente se encuentra a sí mismo precisamente como Hijo de su Corazón Inmaculado, su identidad carismática. Como somos Hijos, también somos hermanos (cf. HAC 37), celebrando nuestra vida y misión en comunidad.
Los corazones gemelos: La fiesta del Corazón de María sigue de cerca la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús subrayando la unidad de ambos. Los dos corazones al unísono expresan la historia única del amor de Dios hacia la humanidad. Ambos corazones dieron la respuesta del “Fiat” al diseño de nuestra salvación realizado por el Padre. Aprendemos de ellos el secreto del cor ad cor loquitur, “el corazón habla al corazón”, la “comunicación del corazón”, que tiene que ver con las relaciones auténticas. Como Hijos en el Hijo, nos unimos a este círculo de amor y aprendemos del Corazón de Jesús y de María el arte de los diálogos sinceros que crean comunidades genuinas y promueven la misión compartida.
Los tesoros del cielo en el corazón: El corazón es el núcleo de la persona. Un antiguo refrán dice: “Entra en la cueva de tu corazón y encontrarás tesoros del cielo allí”. Jesús invita a sus discípulos diciéndoles: “acumulad más bien vuestras riquezas en el cielo porque, donde esté tu riqueza, allí estará también tu corazón” (Mateo 6:21). El tesoro de María es Jesús, su Hijo, cuya presencia transforma su Corazón en cielo, la sede de Dios. Su Corazón tiene el secreto de traer el cielo a la tierra al mantener a Jesús en el centro. La misión claretiana es este arte de crear el cielo en donde sea que se nos envíe, colocando a Jesús en el centro, y “haciendo lo que él os diga” (Jn 2, 5).
Enfermedad del corazón: Estoy convencido de que la mayoría de los males de nuestras vidas personales y de la vida de la comunidad son nuestros “problemas de corazón” y las enfermedades de un corazón mal instruido. La vida fraterna y el compromiso misionero sufren cuando el corazón de un misionero está afligido por la “esclerosis cardiaca espiritual”, la terquedad del corazón, que lo hace frío e insensible al sufrimiento de los demás. Desde un corazón enfermo se originan los pensamientos malvados, la inmoralidad, el engaño, la arrogancia, la lascivia, la envidia, la calumnia y la insensatez (cf. Mc 7, 21-23). La renovación de la vida necesita de la conversión del corazón de piedra en un corazón de carne (cf. Ez 36, 26).
Recuperando el corazón de carne: El tierno amor del Corazón de María puede recuperar el “corazón de carne” y llevarnos al “primer amor” para el Señor (cf. Ap. 2, 4). Es este “primer amor” el que nos ha movido a todos los Misioneros Claretianos a comprometernos en nuestra primera profesión: “Me entrego en especial servicio al Inmaculado Corazón de la Bienaventurada Virgen María en orden a conseguir el objetivo para el que esta Congregación ha sido constituida en la Iglesia” (cf. CC 159).
Corazón dirigido a la misión: Como dice un proverbio africano: “Donde ama el corazón, allí camina la pierna”. María caminó detrás de su Hijo, Jesús. De hecho, cuando nuestros corazones amen a Jesús, caminaremos hacia donde Él nos guíe. Cuando caminamos adelante en la misión del Señor, con nuestros corazones dirigidos por el amor de Dios, también nos podemos unir al canto del Corazón de María con gozo y alabanza por las grandes obras de Dios (cf. Lc 1, 46ss).
Queridos hermanos, somos llamados y verdaderamente somos los Hijos del Corazón de María (cf. CC 8). Nuestra docilidad filial para ser formados en la Fragua de su Corazón nos conforma a Jesús, el primer fruto de su misión materna. Demos la bienvenida al tierno amor de Dios que está encarnado en su persona, e irradiémoslo a nuestros hermanos y hermanas a quienes somos enviados a proclamar el gozo del Evangelio.
Permitidme desear una feliz Fiesta del Inmaculado Corazón de María a la Familia Claretiana, colaboradores, amigos y bienhechores. Todos nosotros disfrutamos ciertamente de un lugar privilegiado en el Corazón de nuestra Madre celestial. Que nuestros corazones latan incesantemente con el Corazón de nuestra Santísima Madre por la mayor Gloria de Dios y la liberación integral de la humanidad.
Fraternalmente, en el Corazón de nuestra Santísima Madre.
Roma, 1 de julio de 2019
P. Mathew Vattamattam, CMF
Superior General