Queridos hermanos:
Os deseo la alegría de la Pascua, la confianza en Dios de que la manera de vivir y amar de Jesús es el camino, la verdad y la vida (Jn 14, 6). Cada noche nos lleva al alba, cada invierno conduce a una primavera floreciente, y cada dolor hace que florezca lo mejor de nosotros. Parece que Dios ha implantado el misterio de Pasqual en el desarrollo de toda la creación, y su revelación completa se realiza en la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesús.
Nosotros, Misioneros Claretianos, también hemos bebido de la copa del sufrimiento de la humanidad y de la crucifixión del Señor durante este tiempo y a lo largo del año pasado. Nuestros hermanos han compartido la agonía de los hombres y mujeres en las agitaciones sociopolíticas de Nicaragua, Venezuela, Camerún y Nigeria. Algunos de nuestros hermanos han sufrido torturas y secuestros recientemente. El año pasado, y en el Tiempo de Pascua, hubo un asesinato de 19 personas, incluidos dos sacerdotes, durante la celebración eucarística en la Diócesis de Makurdi que es pastoreada por Mons. Wilfred Anagbe CMF. Los desastres naturales de inundaciones y tifones arrasaron algunas misiones. Hemos tenido el triste conocimiento del sufrimiento de los menores de edad que padecieron abusos sexuales por parte de algunos de nuestros hermanos en las últimas décadas. También existen agonías y sufrimientos personales en cada uno de nosotros, y en las personas que amamos, debido a enfermedades físicas, mentales y espirituales. Sin la luz de la resurrección, nuestro sufrimiento nos lleva a un pozo de desesperación. La presencia de Cristo Resucitado transforma nuestro sufrimiento en momentos de gracia, crecimiento y alegría. La mejor prueba de la fe cristiana es cómo abrazamos nuestra propia cruz y seguimos a Cristo (cf. Mt 16, 24).
He descubierto que, con el Cristo Resucitado, las cruces en nuestra vida se abren a nuevas posibilidades. Sin Cristo, el sufrimiento engendra resentimiento, rechazo y auto victimización. Y ello desata la dinámica de la huida o de la lucha, y agrava la miseria humana. Con Cristo en el centro, podemos aceptar las pruebas y tribulaciones en la fe, eliminar su fatal aguijón por medio del perdón, y descubrir nuestra verdadera identidad en Dios. La Pascua sigue proclamando el mensaje redentor del Evangelio: ¡Cristo ha resucitado, el Amor vive!
¡Irradiemos la alegría del Señor Resucitado en nuestra vida y misión!
Mathew Vattamattam CMF
Superior General