ENTEREZA EN LA ADVERSIDAD
“Bienaventurados cuando os injurien… por mi causa” (Mt 5, 11). Es una parte central del sermón del monte. Quien decide tomar en serio a Jesús y su mensaje tiene que contar con incomprensiones, ridiculizaciones, mala prensa. La palabra de Dios es aguda y cortante, como espada de doblo filo (cf. Hb 4,12); es normal que resulte incómoda y pueda crear desazón y disgusto en personas de conducta no recta.
Ante el mensaje incómodo, en vez de acoger la llamada de Dios a la enmienda, cabe la reacción del endurecimiento y la resistencia, o incluso de la violencia, verbal o física, contra el mensajero. Le sucedió a Jesús y a numerosos seguidores suyos a lo largo de la historia y sigue sucediendo hoy a muchos heraldos del evangelio o que lo testifican con sus vidas. Pero los auténticos testigos reaccionan incluso con gozo, sin vacilar, nunca devolviendo agresividad o represalias.
Humanamente hablando, las calumnias acobardan, invitan a echarse atrás. Pero el seguidor entusiasta de Jesús experimenta la alegría de verse más asemejado a su Maestro y Señor, y se siente estimulado a intensificar su testimonio.
El P. Claret, en el “programa” de vida para sus Misioneros, les dice que el Hijo del Inmaculado Corazón de María “se complace en las calumnias y se alegra en los tormentos” (Aut 494). En su época de confesor real llovieron sobre él calumnias de todo tipo; la elegancia espiritual con que vivió esa desagradable situación podemos percibirla leyendo su librito autobiográfico Consuelo de un alma calumniada (Barcelona 1864).
¿Cuál es tu reacción si alguna vez experimentas rechazo o ridiculización u otra forma cualquiera de marginación por vivir y testimoniar el evangelio?