EN OBSEQUIO DE MARÍA
En la propuesta que Claret nos hace para alimentar nuestra vida en medio del ajetreo del mundo, no podía faltar María. La experiencia le hizo ver que la meditación frecuente de sus dolores ayudaba a los creyentes a seguir a Jesús con más fidelidad. Como muestra de su sentido práctico nos propone contemplar un dolor de María cada día de la semana. El primero nos remite a la presentación de Jesús en el templo, donde ya se le anuncia a su Madre que una espada le traspasará el alma.
Hacia 2007, cuando celebramos el bicentenario del nacimiento de Claret, el P. Lawrence Venceslaus, escribió una hermosa meditación titulada ‘Claret, templo en la plaza del mercado’. Destaca su admirable capacidad para vivir centrado en Dios, íntimamente unido a Él, en medio de todo tipo de jaleos. Claret se convertía así – dice el claretiano indio – en un templo, en un lugar de encuentro de lo divino con lo humano.
Eso acontece también en María, en esta María a la que Claret nos invita a agradar. Cuando dejamos que el Evangelio entre de verdad en nuestra vida, cuando la intensa presencia de la Eucaristía nos convierte en sagrarios vivientes, en pan partido para la vida del mundo, el Padre y la humanidad se encuentran. Entreguemos de verdad nuestro corazón a Dios: nada nos quitará la paz; ni los problemas del presente ni el peso del pasado ni las preocupaciones del futuro. En muchas partes del mundo necesitamos de verdad hacer silencio, estar “devotos”, recuperar la capacidad de adoración. Como lo hizo y lo haría hoy Claret, pidamos ayuda a María.
¿En qué medida has entregado a Dios tu corazón? ¿Cuánto te sigues reservando? ¿Dejas que María colabore en tu crecimiento cristiano?