LÚCIDOS FRENTE AL ERROR
La época del P. Claret no fue rica en creación teológica, pero sí en trabajos apologéticos; éstos eran intentos de demostrar racionalmente la verdad de lo católico frente a la falsedad de los demás sistemas de pensamiento religioso. Estaba aún muy lejos el diálogo ecuménico propiciado por el Vaticano II. De hecho el P. Claret no conoció un protestantismo sereno y dialogante (tampoco lo era el catolicismo de entonces), sino más bien invasor y agresivo.
Estando Claret de arzobispo en Cuba, un país tradicionalmente católico, atracó en la Isla un barco cargado con un gran lote de biblias de edición protestante, es decir, sin introducciones ni notas explicativas, y con traducciones a veces tendenciosas. Él no pudo percibirlo sino como un ataque y una intromisión en la parcela eclesial que tenía encomendada. Años más tarde escribiría: “el protestantismo no fue ni es actualmente otra cosa que una violenta explosión de todas las pasiones rencorosas contra la Iglesia Católica” (EC II, p, 600). Se ha atribuido a Claret –hoy se sabe que erróneamente- un opúsculo titulado “Antídoto contra el contagio protestante”, editado al menos cinco veces durante el siglo XIX; la atribución puede estar basada en que él manifestó la intención de escribir algo al respecto (EC I, p. 1168).
En el texto que hoy meditamos habla Claret de errores y engaños, y naturalmente, de la prevención frente a ellos. E indica precisamente la espiritualidad mariana como camino para resistir a las seducciones del error. Actualmente la iglesia nos invita a captar los valores positivos de otros credos, a entrar en diálogo incluso con religiones no cristianas; es el “abrir ventanas” de que hablaba el beato Juan XXIII. En ese asomarnos a “lo otro” puede María también acompañarnos; si ella fue la sencilla, fue la buscadora, la no autosuficiente. Pero ello no es una invitación a la ingenuidad acrítica; existe el mal, los “vicios” de que hablaba Claret, lo que nuestro instinto espiritual nos dirá que no es compatible con la adhesión a Jesús.