VIVIR LA FE REQUIERE CONOCIMIENTOS
La fe es, sobre todo, una experiencia de encuentro con Dios a través de Jesucristo. No es un mero sentimiento que cambia según el propio estado de ánimo. Este encuentro se basa en lo que Dios mismo ha querido revelarnos cuando ha salido y sale a nuestro encuentro. El conocimiento de esa revelación a través de la Escritura y de la Tradición de la Iglesia es imprescindible para que la fe sea sólida y pueda entrar en diálogo con las culturas. Muchos problemas pastorales de hoy nacen de una gran ignorancia, de haber reducido la fe a una mera experiencia subjetiva, a lo que “yo creo”, rompiendo todo vínculo con la comunidad de los creyentes, con lo que “nosotros creemos”. No podemos hacer actual lo que desconocemos.
En 1992 se promulgó oficialmente el Catecismo de la Iglesia Católica como compendio actualizado de la fe; pero, por diversas razones, no ha tenido el eco que cabría esperar. Cuando falta una base firme, todo lo que se construye se viene abajo. Claret fue testigo de la falta de formación de muchos bautizados. Comprobó lo que Jesús mismo dice en la parábola del sembrador. Si al que oye la Palabra le faltan raíces, cuando vienen las dificultades, se hunde y se retira (cf. Mc 4,16).
En su tiempo Claret fue un gran impulsor de un catecismo único para todas las diócesis de España: pretendía asegurar la formación cristiana básica de todos los bautizados. Pero no solo eso. Con objeto de ayudarlos a vivir con más hondura la vida de fe, compuso “El Camino Recto”, una especie de manual de vida cristiana que alcanzó numerosas ediciones. Hoy necesitamos seguir una línea semejante. No basta decir que “lo importante de la fe es amar al prójimo”, por ejemplo. Hay que fundamentar lo que creemos sobre la base de la Revelación recibida. De lo contrario, nuestras ideas personales se colocan en el centro y se hace imposible vivir una fe común como Iglesia. Solo la verdad de Jesús nos hace realmente libres.