NACIDOS PARA AMAR
En los últimos años hemos aplaudido a los papas cuando los hemos ido viendo usar Internet, abrirse perfiles en las redes sociales y fomentar su uso para evangelizar.
Este texto de Claret pertenece a una de sus tres obras que llevan el ferrocarril en el título. Cuando escribió la primera no habían pasado diez años de la inauguración de la primera línea ferroviaria española. La creatividad de Claret nos enseña muchas cosas. No sólo introduce el tren en el título, sino que recurre a él como comparación; la sociedad es como un tren: contagia felicidad si sabe ir por su sitio, acarrea desgracias si descarrila. Claret huye del discurso largo y pesado, del monólogo, y articula una obra que consiste en el diálogo que mantienen tres viajeros (D. Juan, D. Prudencio y D. José). Hasta la forma de publicación es sugerente; el texto, accesible en formato de librito único, aparece también en los periódicos en doce entregas distintas. ¡Cuánto tenemos que aprender de Claret en estos tiempos de nueva evangelización!
Para más inri, el santo no se pierde por las ramas: la obra lleva dos títulos: “El ferrocarril o sea medios para conseguir la felicidad y evitar la infelicidad o desgracia”. ¡La felicidad! ¿Hay algún ser humano que no aspire a ella, aunque muchas veces desvirtúe el significado de la palabra? La Constitución española de 1812 había proclamado que el objeto del gobierno es la felicidad de los ciudadanos; la felicidad había aparecido en la Declaración de Independencia de lo que hoy son los Estados Unidos de Norteamérica (1776) y en la declaración francesa de Derechos del Ciudadano (1789). Todos creemos tener derecho a ser felices. Claret no se va por las ramas. Amor y felicidad, dos palabras de las más usadas (y deseadas) en el siglo XXI: leamos con calma las palabras de Claret.
¿Qué significa para ti la felicidad? ¿Tiene que ver con Dios y con sus proyectos? ¿Cómo encaja en tu idea de felicidad el amor al prójimo?