ALTERNATIVA AL EGOÍSMO
Claret describe aquí su opción personal de pobreza en su época de misionero popular por Cataluña. El egoísmo al que se refiere es, por tanto, la búsqueda de riquezas, la codicia desenfrenada. Frente a esa degradación del ser humano que se hace esclavo de las cosas en vez de señor de ellas, él presenta su libertad personal; era tan libre que no tenía necesidades. Por entonces no hacía uso del dinero, hasta el punto de asustarse ante la posibilidad de haber encontrado una moneda en el bolsillo; cuando ponga en marcha una editorial o emprenda otras obras sociales, su pobreza adquirirá otras características. Su preocupación consistía en imitar al Jesús del Evangelio tan literalmente como le fuera posible, y en que nadie interpretase su trabajo apostólico como un medio de enriquecerse.
Pero, al describirlo a distancia, incluye una preocupación social: la búsqueda de riquezas lleva consigo frecuentemente la explotación del prójimo. El conocido personaje cómico “Mafalda” pregunta en cierta ocasión a su padre “cómo es posible amasar una fortuna sin hacer harina a los demás”. Sin duda, Claret sabe algo de esto. Él conoció, ya en su infancia y en la propia familia, la industrialización incipiente… En sus años de Cuba (1851-1857), conoció de cerca la esclavitud y la explotación de los pobres, sobre todo de los negros por los blancos. Hablando de los europeos que hacían negocios en la isla, escribió aquello de que “no aprecian a otro Dios que el interés…” (EC, I, p. 705).
Frente a tales abusos, Claret no se presenta como un sindicalista agitador, sino como un creyente lleno de caridad: “¡Oh prójimo mío! Yo te amo, yo te quiero… En prueba del amor que te tengo haré y sufriré por ti todas las penas y trabajos, hasta la muerte si es menester” (Aut 448)