LA LEALTAD DEL AMOR
El perro representa la vida cotidiana, lo que tenemos en casa o muy cerca de ella. Es un animal de compañía de pobres y de ricos. Algunos de éstos han llegado a la aberración de erigir mausoleo a su perro o de legarle la herencia, insensibles al mismo tiempo a la miseria y sufrimiento de tantos seres humanos.
A Claret el perro le resulta familiar, ¡pero de otra manera! Mirando su comportamiento, nos invita a ir más allá en nuestra vida cristiana. ¿Qué podemos aprender del perro? Claret es capaz de ver en su actitud una llamada a ser más leales en nuestra vida de hijos de Dios. La fidelidad no está de moda. Hoy todo es caduco. Se le pone fecha de caducidad hasta a lo más sagrado. Intentemos nosotros captar este día como una oportunidad para ir más allá en lealtad, en fidelidad, para ser mejores hijos de Dios.
En el perro percibe Claret una llamada a ser más obediente, más discípulo. La obediencia del discípulo empieza por la escucha. Hoy cuesta encontrar quien escuche de verdad y quien obedezca. Este día es una oportunidad para ir más allá como discípulo en la obediencia.
En la conducta del perro percibe Claret una llamada a ser más dócil, a estar más disponible para aprender. Nos dice Jesús que tenemos que hacernos dóciles como un niño para entrar en el Reino. Cuesta encontrar quien esté dispuesto a dejar su criterio para aprender más y servir mejor; hay mucha autosuficiencia. Hoy tenemos la oportunidad de ir más allá en la docilidad.
Fijándose en el perro, Claret te invita a tener levantada la mirada hacia Dios para percibir su Palabra, su voluntad, y, sin esperar a mañana, acogerla ya con la mayor prontitud y alegría.
¿Practico yo, en mi vida cotidiana, la lealtad, la obediencia y la docilidad? ¿Estoy pendiente de la Palabra de Dios para dejar –gozosamente- que ella dé forma a mi vida?
Aquí estoy, Señor; dame la gracia de conocer y hacer tu voluntad con prontitud y alegría.