En la primera semana de febrero, mi mochila llena de camisetas polares y mi saco de cama partimos una vez más para aquella que es una de las semanas más importantes de mi calendario, la semana de la Misión País. Y al igual que yo, mi hermano Miguel y más de 2.500 católicos universitarios partieron en la semana anterior y la que precedió, dispersos por alrededor de 50 diferentes misiones en Portugal afuera.

Por el segundo año consecutivo formé parte de las misiones ICLSBE y el destino una vez más fue la mítica villa de Mafra.

Esta semana locamente buena, para cualquier persona que la examinara desde fuera, podría resumirse en las 7 horas de misas, de las 3 horas y media de rosarios, las 14 horas de las oraciones de la mañana y de la noche, vigilias, adoraciones al santísimo, vías crucis, 50 horas de largas conversaciones con simpáticos ancianos en hogares y en sus casas, visitas a la guardería infantil, a la asociación para los discapacitados, frenéticos juegos en recreo de escuela básica donde nuestras espaldas servían de medio de transporte de cualquier niño que se acercarse, y risas descomunales con otros misioneros que conocemos solo hace dos días, pero que parece que nos conocemos de siempre.

Pero para quienes viven la Misión País, esta semana son siete días de encuentro profundo con Dios, son siete días en que llevamos a Dios a la comunidad de Mafra, a los hogares, las casas de ancianos, las asociaciones, a los más jóvenes, son siete días en que tocamos personas y en que somos tocados, en que nos mudamos y reafirmamos nuestra fe y nuestros valores cristianos, es una semana que nos da una fuerza extraña e inmensa para vivir con más intensidad nuestro día a día y nuestra vida académica.

Estas misiones crecen año a año, porque reafirmamos dos cosas importantísimas. La primera de una naturaleza personal, reactiva dentro de nosotros jóvenes la llama de Dios. Y la segunda porque reafirman que la iglesia todavía tiene futuro, porque tiene jóvenes que quieren llevar la palabra de Dios, y que no tienen miedo de dejar su catre, seguirlo, y darlo a conocer a los demás.

 

Sobre este año en que los jóvenes son el punto máximo de atención en el seno de la iglesia me gustaría reflexionar sobre algunos de los 15# propuestos para este sínodo.

El primero sobre la #Diversidad. La iglesia es universal y significa por encima de todo Amor, por lo que debe verdaderamente aceptar al otro, y debe ser inclusiva. Esta aceptación del otro debe ser real y común a toda la iglesia, sin que parezca que los valores de la iglesia y su apertura al mundo varía de parroquia para parroquia y de sacerdote para sacerdote.

El #Futuro de los jóvenes se presenta cada vez más inserto. Pero más incierto no sólo por las condiciones intrínsecas del medio, sino también porque nos lo queremos cada vez más incierto, ya que no queremos vivir para siempre en el mismo lugar, no queremos el mismo trabajo toda la vida, buscamos cada vez más experiencias contrastantes y por eso buscamos más, preguntamos más, reflexionamos más y eso pide que la iglesia sea más abierta, que sea más eficiente, lista y eficaz para mostrarnos que en ella podemos encontrar la respuesta a nuestras interrogaciones. En este sentido, creo que esto pedirá que la iglesia vuelva a salir del espacio físico iglesia, que salga a la calle, y que vuelva a ser misionera dentro de su propia área de envolvimiento.

La #Iglesia. Lo que nosotros pedimos de esta iglesia hecha de seres humanos, es que sea cada vez más una iglesia hecha de hombres buenos, que sea una iglesia transparente y verdadera, sin escándalos y eventos que ponen en cuestión nuestra fe, y que casos como los de pedofilia sean un acontecimiento del pasado.

El último hashtag sobre la que quisiera reflexionar es #Jesús. Siento que la sagrada escritura sigue siendo bastante actual y perceptible. En este punto el problema reside en nosotros y en nuestra cada vez mayor dificultad de atención, cada vez las distracciones son más, y la dificultad de encontrar el camino correcto es más difícil.

 

José Lourenço Pereira 21 años estudiante 3º año curso de Gestión Católica Lisboa

Miguel Lourenço Pereira 18 años estudiante do 1º año curso de Gestión Católica Lisboa

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