25 de Enero – Conversión de San Pablo

La fiesta de la conversión de san Pablo nos recuerda el momento de la llamada vocacional del Apóstol de los Gentiles. La caída de Damasco supuso para él no sólo la conversión al cristianismo sino también el descubrimiento de su vocación apostólica y, en particular, su misión al apostolado entre los gentiles. La experiencia que tuvo de Cristo, que lo llamó y lo separó para la misión apostólica, fue para san Pablo una impresión que le duró toda la vida, influyendo decisivamente en su itinerario vocacional y en la fidelidad a la misión.

 

La vocación de Claret, su vida y misión, tienen claramente unos rasgos paulinos muy destacados. Él se identificó con el Apóstol desde el primer momento de la llamada vocacional. Estando en Barcelona y escuchando un domingo la santa Misa, a pesar de que tenía más máquinas en la cabeza que santos no había en el altar, se acordó de aquellas palabras del Evangelio: «¿De qué le aprovecha al hombre el ganar todo el mundo si finalmente pierde su alma?» (Mt 16,26). Estas palabras le causaron una profunda impresión. Fue para él como una saeta que le hirió el corazón. Pensaba y discurría qué camino tomar, pero no sabía, estaba desorientado (cf. Aut 67-68). Claret, nos dice él mismo, se halló como Saulo por el camino de Damasco. Buscó un Ananías para que lo orientase en lo que debía hacer. Fue a la casa de san Felipe Neri y allí encontró a un hermano llamado Pablo, muy humilde y fervoroso. Habló con él y le condujo al P. Amigó, el Ananías que lo orientó sobre lo que debía hacer, y él obedeció (cf. Aut 69).

A Claret le entusiasmaba también el estilo misionero de Pablo y lo imitaba. Le atraía su celo apostólico y cómo predicaba, escribía y enseñaba en todas partes, dispuesto siempre a sufrir azotes, persecuciones y calumnias por la causa de Jesús. Tan identificado estaba Pablo con el Señor que su única ilusión era gloriarse en la cruz de Jesucristo (cf. Aut 224). Claret pedirá para sus misioneros este mismo estilo de vida apostólica. El Hijo del Inmaculado Corazón de María, lleno caridad apostólica, se gozará en los sacrificios y se complacerá en las calumnias y en los tormentos. No pensará sino en seguir e imitar a Jesucristo en trabajar, sufrir y en procurar siempre y únicamente la mayor gloria de Dios y la salvación de las almas (cf. Aut 494).