MARÍA EN TU VIDA
Es bueno recordar que María, junto con san José, han sido los que acompañaron a Jesús en su iniciación humana: costumbres, vivencia familiar, relaciones sociales, penas y limitaciones… Todo hace parte principalmente de la función materna que, más allá del parto, se prolonga en otras vivencias fundamentales de nuestra existencia.
La experiencia mariana de Claret ha tuvo desde su infancia un fuerte cuño filial. Su vida, salvada de importantes peligros, su educación, sus afectos más íntimos, las certezas que le daban seguridad… Se sabía hijo de María, de su amor, de su corazón. La tenía por maestra, formadora, directora. Nos lo testifica en diversos textos e iniciativas.
Como madre, María actúa en nosotros haciéndonos semejantes a Jesús. Y para esta obra actúa con el mismo corazón y las mismas funciones vitales con que formó a Jesús y lo acompañó a lo largo de su vida. Esta semejanza es la que definirá al discípulo de Jesús, lo hará reconocible como tal en el mundo.
A partir de las palabras de Jesús en el Calvario: Mujer, aquí tienes a tu hijo (Jn 19,26), todos hemos tomado conciencia de que estamos bajo los cuidados maternos de María, conocedora de nuestras necesidades, límites y miserias y, al mismo tiempo, activa operadora de las mismas obras de Jesús, siempre expresivas de su misericordia. Obras que, desde su corazón materno, ella rodea de incansable ternura y compasión.
Podemos estar seguros de que, como Jesús, María conoce nuestras necesidades y penas antes que se las digamos. Y de que no la dejan indiferente. Pero, escuchando a Jesús que me dice, como al discípulo al pie de la cruz, aquí tienes a tu madre (Jn 19,27), ¿cómo no voy a buscar momentos para acercarme a ella diariamente y para confiarle no sólo mis problemas sino también los de mi familia, de mi grupo, de mi comunidad? Y ¿cómo no dejarme contagiar por su gran corazón hasta convertirme en comunicador e instrumento agradecido y solidario de su amor materno a favor de los demás?